domingo, 19 de junio de 2011

Ángeles Parte V

Parecía que por fin los habían perdido, Gabriel ya no escuchaba la camioneta. Su rostro estaba lleno de arañazos, al igual que sus brazos, Estefanía igual tenía unas cortadas notables provocadas por las balas, se detuvieron a tomar un poco de aire, en medio de esos arboles, la niña jaló la mano de Gabriel para llamar su atención y le dijo:
– Oye, estoy muy cansada- terminó de hablar y vomitó sangre, una bala se había alojado en su costado, no era nada grave, pero hacía que la niña sufriera.
   La niña perdió el conocimiento, Gabriel la cargó y observó, hacia su izquierda estaba la carretera, a su derecha un conjunto de rocas, cruzándolas estaba Enkeli City, un buen atajo a tomar, Gabriel empezó a escalar las piedras, no le costó mucho llegar a la cima, terminándolas rocas había un gran barranco y comenzó a bajar cuidadosamente. Tropezó y cayó rodando varios metros de doloroso terreno rocoso, la niña iba a caer de nuca, Gabriel saltó y tomó a la niña con su mano izquierda y con la derecha cayó y derrapó varios metros, Gabriel vio su mano, todas sus falanges se habían desviado, es mano ya no le servía para nada, así que utilizó ese brazo para cargar a la niña.
   Siguió descendiendo, piso en falso y cayó por el barranco, la idea era bajarlo, no caerlo. Gabriel se intentó agarrar de una rama que sobresalía del bordo pero solo logró dislocarse el hombro y se soltó del gran dolor, cayó varios metros con su brazo izquierdo moviéndose como si fuera de trapo, lo que hizo fue poner a la niña contra su pecho y voltearse para caer con la espalda. El impacto con el suelo fue tremendo, Gabriel tardó en incorporarse su cubito y radio del brazo izquierdo se rompieron con el impacto, ahora todo su brazo se movía como lombriz.
   Además, él recibió cinco balazos después del primero en la silla, en total tenía seis agujeros en todo el cuerpo que emanaban sangre azul a chorros, también cuando rodo en las piedras se fracturó la nariz, y sangraba, no podía acomodársela porque sus dedos estaban rotos y el otro brazo más inutilizado que nada, así que prosiguió con la nariz desviada y sangrante, sus dedos horriblemente torcidos y su brazo sacudiéndose como bandera, lanzando chorros de sangre por los agujeros en su cuerpo y con muchos arañazos y moretones. Estaba en los últimos kilómetros de Enkeli City, debía tomar la carretera e irse a su pueblo.

   Mejor encendió el televisor, fue a la cocina por una botana y se sentó a ver su programa favorito, en la cocina había muchas cosas, pero una bolsa de frituras grande era fácil de encontrar incluso en ese desorden y la cerveza siempre estaba en el refrigerador, había un único problema con eso: el destapador ¿Dónde lo había dejado? Ni idea, comenzó a buscar por toda la cocina, abrió todos los cajones y encontró un par de pistolas AMT Automag III con varios cargadores y balas sueltas, Caín las aceptó porque fue un regalo de cumpleaños que Elizabeth le dio, nunca pensó que las iba a utilizar, de hecho pensaba en venderlas en “Mercado Libre” pero por alguna razón decidió conservarlas. En ese mismo cajón estaba el destapador, Caín lo tomó y destapó su cerveza, luego fue al sofá, se sentó y disfrutó su televisión, el programa estaba por empezar, pero pronto de encadenó en la radio, internet y televisión “Corte Informativo de Enkeli News”
– Una marcha polifacética tuvo un enfrentamiento con un batallón de granaderos a unas cuantas calles del ángel de la independencia. Cuando el equipo antidisturbios al mando del comandante Pedro Cortázar y de Elizabeth Jiménez llegó a hacerles fuerte se abrió fuego, una tarde lamentable para todos, murieron miles de personas, solo diez marchantes y dos oficiales sobrevivieron a una poderosa explosión que dio fin al encuentro. La oficial antidisturbios Elizabeth Jiménez- apareció su foto en blanco y negro con el año de su nacimiento y el año dos mil once y Caín temió lo peor – quien ganaría repetidas veces la medalla al valor, murió en el atentado, luego de que una bomba explotara frente a ella, según afirman los dos oficiales que le vieron. He aquí las imágenes- la cámara grabó como llevaban a los diez marchantes sobrevivientes, los policías muertos y a la pobre Elizabeth en el suelo, siendo recogida por los de la morgue y llevándosela.
   Caín entró en shock, no lo podía creer, había hablado con ella hace trece horas y ahora la veía en televisión con la mitad del cuerpo quemado. No, no era cierto, tenía que tratarse de una horrible pesadilla, sí era una pesadilla, él no tomaba cerveza ni menos botanas, los niños nunca jugaban en su jardín, sí era una mentira todo aquello y pronto tendría que despertar. Despertaría y llamaría a Elizabeth se enteraría de que estaba bien e iría a su casa para decirle… para decirle… que la amaba, el reportero prosiguió
– Se trataba de cientos de marchas distintas, que según los sobrevivientes fueron llamadas por un hombre a quien únicamente se le identifica por Abel, esta es su fotografía- apareció, Caín seguía creyendo que estaba soñando, su hermano no era un alborotador, ni menos un asesino ¿a quien engañaba? El mundo se le había venido abajo. Él que siempre esperó lo peor se dio cuenta de lo poco preparado que realmente estaba para afrontar su destino. El reportero prosiguió:
– Tras un mensaje a la policía, Abel ha declarado la guerra a todo aquel que interfiera con sus planes, también ha afirmado que esta es la primera de muchas marchas. Asegura también tener poder infinito y que no existe ser en la tierra con el poder de siquiera retarlo- gracias a Dios, Abel se equivocaba.

Habían llegado ya a la casa de Gabriel. El Ángel encendió la estufa y le empezó a calentar unas pinzas, luego, con ellas sacó la bala del costado de Estefanía, le puso un poco de alcohol y la vendó, era todo lo que se podía hacer, Gabriel hubiera deseado mucho llamar a un médico que le apoyase, pero simplemente estaba tan acalambrado que no podía, el dolor había sido mucho, demasiado, cayó en su cama a un lado de la niña y perdió el conocimiento.
   Despertó, Estefanía estaba mirando hacia la ventana, Gabriel se sintió feliz de verla bien, estaba un poco golpeada, pero ella sonreía
– Vamos, Gabriel, llévame a casa, hay que ir a casa a jugar
– Sí vamos- Gabriel se levantó, sentía su sangre purificarse ante aquel sentimiento de felicidad y a pesar de todo el dolor que sentía acompañó a la niña a su casa.
   Al llegar, Estefanía abrió la puerta, gritó a mamá que Gabriel nuevamente lo trajo de vuelta, pero nadie contestó
– No están aquí- dijo Estefanía cayó de rodillas y se puso a llorar
– No… no puede… ser- Gabriel cayó al suelo y su sangre empezó a embarrarse en el suelo
– Gabriel, ¿Gabriel están bien?- el muchacho no contestó, ni siquiera podía moverse. Ante ello, la niña se armó de coraje y jaló del brazo que no estaba dislocado a Gabriel, lo subió por las escaleras y lo colocó sobre su cama, una vez que se aseguró de que estuviera bien tapado salió corriendo a la calle, se paró en donde pasaba la gente y grito:
– ¡Auxilio! ¡Gabriel está herido! ¡Necesita de un doctor! ¡Qué alguien me ayude!
– ¿Qué? ¿Ayudar a ese fenómeno?- dijo un muchacho y muchas personas se le unieron diciendo:
– Todos lo vimos ayer en la tarde, su asquerosa sangre azul
– Tan herido que no parecía hombre
– ¿Por qué te esfuerzas en salvarlo?
– ¿No ves que tú y él son tan diferentes?
   Con el sol de la mañana, Gabriel recobró un poco de fuerzas, abrió los ojos, entonces escuchó una bicicleta, al parecer el muchacho que repartía el Enkeli Times vivía en el pueblo y le sobro un periódico, motivo por el cual lo arrojo a la ventana del cuarto de Estefanía y le cayó justo en la cara, Gabriel sintió que por alguna razón debía de ver el periódico, leyó una columna que le interesó “Padres desesperados vinieron a nuestras oficinas para denunciar la desaparición de su hija, según la madre, su amigo Gabriel estaba con él, por lo que se le considera sospechoso y/o victima, actualmente la pareja se hospeda en el hotel Enkeli en la ciudad del mismo nombre habitación 76, cualquier información acudir directamente con ellos o a nuestras oficinas”.
   Había una última oportunidad.

Estefanía se cansó de escuchar tantas cosas malas sobre su mejor amigo, sobre aquel que por poco moría. No entendía por qué no lo querían, si había hecho al que cualquiera llamaría bueno
– No es cierto, él es igual a mí, tiene ojos y cara y boca y…
– Mira el arañazo de tu brazo niña- dijo un señor – ahora mira la sangre que el ha dejado en el camino- la niña vio que eran de color distinto
– Solos los monstruos tienen sangre de ese color- siguió diciendo el señor
– No vale la pena niña.
La niña llegó a su casa, con un gran paquete de algodón y una enorme botella de alcohol, no sabía como curar a Gabriel, así que le desinfectó las heridas, tronó sus dedos, y su brazo dislocado lo jaló con fuerza; dio resultado, Gabriel dejó de sangrar, pudo mover los dedos de su mano izquierda y eso le ayudó a poder enyesarse él solo su brazo, esperando que el cubito y el radio embonaran bien, además, con ese jalón su brazo quedó curado embonado. Pero aún así, Gabriel todavía se sentía muy mal, el plomo en las balas, que no habían sido extraídas, lo estaba envenenando y lo estaba matando muy rápido.
   Estefanía le dijo:
– Espera aquí, mi mamá me enseñó a hacer un té para la fiebre- la niña corrió a la cocina y al poco rato llego con una taza que contenía un liquido humeante, Gabriel lo bebió, pero no sintió alivio. El Ángel le dijo a Estefanía:
– Mira, lo que dice en el periódico- la niña leyó la noticia y se emocionó
– Mis padres están en la ciudad, hay que ir pronto
– ¿No puedes ir sola?
– No, no lo creo
– En cuanto me recupere, iremos ¿te parece
– Sí.
   A partir de entonces, Estefanía se encargaba de cuidar a Gabriel, pero sus esfuerzos eran en vano, le preparó más té, que al parecer lo hacía sentir mejor por momentos. Pero sus heridas se infectaban y lanzaban pus, una fiebre le invadió y comenzaba a matarlo, la niña usaba toallas frías para intentar bajarla, pero nada. Simplemente Gabriel se moría.

   Sonó el teléfono en la casa de Abel, y él mismo contestó, no se dio prisa, sabía que era alguno de los cientos de asquerosos humanos que le rodeaban a cada momento, de hecho, dejo que la contestadora hiciese el trabajo, pero al momento en que escuchó la voz de Caín descolgó el teléfono
– Hola, hermano ¿Cómo estás?
– ¿Te volviste loco?- preguntó Caín.
– No te entiendo.
– Has matado miles de personas.
– Ah, vaya, sabía que mi hermano el bueno estaría para defender a los humanos.
– Me has quitado todo lo que valoraba.
– Pequeños e innecesarios sacrificios.
– ¡Detén tus planes ahora!- gritó Caín.
– ¿O qué?- preguntó Abel con la maldad dibujada en los ojos y expresada en la voz – no tienes el poder para detenerme.
– Eso es lo que tú crees
– ¿Te vas a enfrentar a mí?
– Tengo que.
– Bien, te espero en el puente que traviesa el río en Enkeli City. Te queda cerca.
– Ahí estaré, a las cinco.
– Me parece perfecto..

Los padres de Estefanía estaban preguntándole a la gente de la ciudad si no habían visto a su hija, pero la gente les ignoraba con desprecio. Era únicamente por verlos humildes. Decepcionados, los señores se dirigieron al puente que cruzaba el rio de Enkeli City.

Tocaron la campanilla de la recepción del “Enkeli Hotel” el portero apareció y vio a un hombre tapado en extremo con muchas mantas sobre una silla de ruedas y su brazo derecho vendado, y a una niña que con gran trabajo arrastraba la silla, se acercó al portero y le preguntó:
– Disculpe, no ha visto a mi mamá, vino a vivir aquí, me estaba buscando
– Si tú eres la niña desaparecida del periódico sí la he visto, salió a la calle y no ha vuelto, puedes esperarla si quieres.
– ¿No supo a dónde fue?
– No, pero los escuché hablar acerca de ir al puente.
La niña salió corriendo empujando la silla de ruedas, el tipo que iba en ella parecía irse muriendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El Lápiz Mágico y la Hoja de Papel (Ejercicio)

Caminaba apaciblemente por la calle aledaña a la plaza pública. Reparaba en la nostalgia que me provocaba el camino miles de ocasiones recor...