lunes, 14 de junio de 2021

El Demonio de la Perversión - Dos Perros Peleando

La primera vez que abofeteé a mi mujer
fue como si dos perros luchasen dentro de mi conciencia 
erizando sus lomos
abriendo sus ojos
mostrando sus dientes
arrojándose uno sobre el otro
empujándose, arañándose, mordiéndose
ladrando furiosamente.
De niños nos enseñan
que los perros ladran ¡Guau, guau, guau!
pero es una puta mentira
en la vida real los perros ladran
emitiendo un alarido como
¡argharrgharragra!
Aterrador... ¿cierto?
Pues ese mismo alarido
era emitido por cada perro dentro de mí
uno de ellos ladraba entonces 
diciendo furioso y desesperado:
¡Te voy a enseñar quién manda... puta!
mientras el otro respondía con igual bravura
¡Déjala! ¡¿Qué mierdas crees que estás haciendo?!
Y se mordían, arrojando al aire mechones de pelo
pelo adherido a trozos de piel
piel adherida a trozos de carne
que manchaban el suelo
sin que ninguno pudiera ganar
ni ceder terreno.

Por eso no me gusta tener animales
ni perros, ni gatos, ni nada
por eso me gusta más estar solo
porque parte de la convivencia con otro ser vivo
implica que un día te ataquen
y cuando las bestias atacan
es escalofriante
y yo era una bestia...
Pero no soy un psicopata
ni un feminicida de ésos
ellos no entienden 
ni reconocen sus emociones
en las demás personas
y yo sí...
escuché y sentí el ruido que hizo
el corazón de ella al romperse
y el terror trastornando su bella mirada
sólo así logré detenerme
detener a los perros
pude entender, al fin,
que no es el golpe
sino quién golpea.
 
Fue entonces que se detuvieron
como si el ruido del corazón que se rompía,
que resonó más duro que la bofetada misma,
los hubiese asustado los suficiente
como para soltarse
uno fue a enroscarse en la sombra
y otro a lamerse las heridas
echado al sol
sin que supiera cuál ganó. 
Sin que supiera cuál murió.
Uno de los perros 
se descomponía y agusanaba
desangrado en las sombras
y el otro se apestaba
colmándose de moscas
azotado por el sol.

Ella perdonó
se acercó al perro que vivió
trató de curar sus heridas
y cuándo estas empeoraron
las mordidas se hicieron constantes
y dos fueron tres y cuatro
hasta perdí la cuenta.
Ella supo darse cuenta 
de que el miserable perro
era sólo un animal asustado
supo quedarse quieta
ella que todo el tiempo se movía
evitó el contacto visual
que miraba al futuro y soñaba
evitó que el perro le siguiera mordiendo
que tanto me había querido...
y supo imponerse
domar al perro que vivió...
 

 

Herejía y Fe*

Quisieron hacerme creer que no te merecía; todo el mundo estaba de acuerdo, menos yo.   Quisieron hacerme sentir que no merecía tu cariño y ...