Mi día comienza: suena el despertador, aunque yo le llevo ganadas un par de horas… horas que aprovecho para estar solo, intentar hacer un poco de lo que me gusta y disfrutarlo, así despierto… así me dormí. Serían las tres o a veces hasta las cuatro de la mañana cuando por fin me duermo, vencido más por el cansancio que convencido por mi voluntad para dormir… voluntad que me hace falta para hacer todo de un tiempo atrás hasta hoy.
El despertador suena una hora y media antes de mi hora de partida… es decir: hoy debo entrar a la una a trabajar, por lo tanto debo salir de casa a las once y media, por eso a las nueve y media debo levantarme para asearme y vestirme ¿suena bello, no? Lo era… si recordamos lo agotadoras que son mis cortas jornadas de sueño y teniendo en cuenta que viajar en transporte publico es una experiencia demasiado nociva actualmente… oh el transporte, ese tema tiene tanta tela para hablar; justo en ese preciso artefacto te la pasas encerrado una buena dosis del tiempo de tu día a día y sólo estiras un poco las piernas en lo que llegas a trabajar; si tienes que transbordar te jodes porque es volverte a encerrar en esas jaulas para macacos, encima de que seguramente debiste levantarte el doble de temprano; pero aún con todas esas existe gente que es puntual en el trabajo y que rinde y demuestra resultados, es decir, hay gente capaz de adaptar su cuerpo y su mente a ese estilo de vida… yo no podría, no puedo levantarme a las nueve para irme a trabajar porque no puedo dormir a las diez, por dormirme hasta las cuatro… por querer un momento para mí, por querer huir de la realidad… no me gusta estar aquí, me cuesta demasiado trabajo adaptarme, adaptarme a los cambios, al mundo... Al miedo.
No siempre fue así. Cuando era mucho más joven de lo que soy ahora, iba y salía de mi casa con valor - o tal vez sin miedo, que no es lo mismo- a enfrentar el mundo, a conocer gente, por un momento de hecho pensé que se podía cambiar al mundo… hoy lo recuerdo para escribirlo y me doy cuenta de lo estúpido que suena eso. El mundo está jodido, lo ha estado más ahora que en otra época, quizá, pero siempre se ha estado pudriendo y me tocó verlo… hay un cuento sobre un incendio en el bosque, del que todos los animales huyen, excepto el pájaro que, ignorando el gran peligro, iba al estanque a cargar las plumas de sus alas con agua y volaba de regreso para arrojar unas pocas gotas sobre el cada vez más bravo incendio. En fin que, luego de unas cuantas vueltas, el gorrión se murió vencido por el cansancio y a medio volver del estanque. Agotado por el peso del agua en sus alas, cayó, no logró ni siquiera llegar al cuerpo de agua, el fulgor de las llamas a la orilla del incendio fue lo que le carbonizó… hermoso y triste cuento ¿No? Esa avecilla murió tratando de defender lo único que tenía y que le daba valor a su vida… mientras los demás animales miraban, ya que existen versiones del cuento en la que los demás animales le gritaban:
El despertador suena una hora y media antes de mi hora de partida… es decir: hoy debo entrar a la una a trabajar, por lo tanto debo salir de casa a las once y media, por eso a las nueve y media debo levantarme para asearme y vestirme ¿suena bello, no? Lo era… si recordamos lo agotadoras que son mis cortas jornadas de sueño y teniendo en cuenta que viajar en transporte publico es una experiencia demasiado nociva actualmente… oh el transporte, ese tema tiene tanta tela para hablar; justo en ese preciso artefacto te la pasas encerrado una buena dosis del tiempo de tu día a día y sólo estiras un poco las piernas en lo que llegas a trabajar; si tienes que transbordar te jodes porque es volverte a encerrar en esas jaulas para macacos, encima de que seguramente debiste levantarte el doble de temprano; pero aún con todas esas existe gente que es puntual en el trabajo y que rinde y demuestra resultados, es decir, hay gente capaz de adaptar su cuerpo y su mente a ese estilo de vida… yo no podría, no puedo levantarme a las nueve para irme a trabajar porque no puedo dormir a las diez, por dormirme hasta las cuatro… por querer un momento para mí, por querer huir de la realidad… no me gusta estar aquí, me cuesta demasiado trabajo adaptarme, adaptarme a los cambios, al mundo... Al miedo.
No siempre fue así. Cuando era mucho más joven de lo que soy ahora, iba y salía de mi casa con valor - o tal vez sin miedo, que no es lo mismo- a enfrentar el mundo, a conocer gente, por un momento de hecho pensé que se podía cambiar al mundo… hoy lo recuerdo para escribirlo y me doy cuenta de lo estúpido que suena eso. El mundo está jodido, lo ha estado más ahora que en otra época, quizá, pero siempre se ha estado pudriendo y me tocó verlo… hay un cuento sobre un incendio en el bosque, del que todos los animales huyen, excepto el pájaro que, ignorando el gran peligro, iba al estanque a cargar las plumas de sus alas con agua y volaba de regreso para arrojar unas pocas gotas sobre el cada vez más bravo incendio. En fin que, luego de unas cuantas vueltas, el gorrión se murió vencido por el cansancio y a medio volver del estanque. Agotado por el peso del agua en sus alas, cayó, no logró ni siquiera llegar al cuerpo de agua, el fulgor de las llamas a la orilla del incendio fue lo que le carbonizó… hermoso y triste cuento ¿No? Esa avecilla murió tratando de defender lo único que tenía y que le daba valor a su vida… mientras los demás animales miraban, ya que existen versiones del cuento en la que los demás animales le gritaban:
“¡Hey! no hagas eso, es inútil ¿no te das cuenta de que no ayudas para nada con la poca agua que recolectas con el plumaje de tus alas?”
O sea que los tristes animales no sólo presenciaron como perdían todo lo que tenían; además vieron morir al único con la poca dignidad de hacer algo por inútil que pareciera. Pero bueno, igual el estúpido pájaro tenía que darse cuenta pues lo único que demostró era lo poco que valía su miserable vida, tanto que a nadie le importó en realidad.
Supongo que ya es hora de levantarme, luego de bañarme y desayunar seguro, seguro que me siento como nuevo… y es mentira: el cuerpo me duele, los hombros me pesan demasiado, las rodillas me arden como si no me hubiera movido en días, estoy demasiado cansado y después de una más o menos eficiente estirada salgo de la cama tiritando casi siendo vencido por el frío y me miró al espejo para ver la nueva versión de mi rostro decadente y desesperado para el día de hoy… no me gusta lo que veo, no me gusta lo que soy ni como soy, mi rostro iba bien pero ahora se convirtió en una víctima más de mi estrés, ya no solo es el acné, sino todo lo demás, mis ojeras, mis parpados; mis brazos que delatan a leguas mi debilidad; mi estómago gordo con esas horribles lonjas. De la cintura para abajo no me quejo nada. Sonará gracioso pero es un poco preocupante cuando a una persona le gusta solo la mitad de su cuerpo… qué horror me da ver mi cabello.
No encuentro una manera de salir a la calle sintiendo que a la gente le va a gustar lo que verá en mí… casi todo esto son payasadas, al principio no me importó tanto hasta que me di cuenta… las cosas sin importancia fueron desde entonces mi martirio diario y ahora las cosas realmente importantes me congelan debajo de mis cobijas, me obligan a quedarme quieto por horas y horas muriéndome de miedo sin saber que hacer, cambio de posición pero no encuentro la manera de relajarme.
Supongo que ya es hora de levantarme, luego de bañarme y desayunar seguro, seguro que me siento como nuevo… y es mentira: el cuerpo me duele, los hombros me pesan demasiado, las rodillas me arden como si no me hubiera movido en días, estoy demasiado cansado y después de una más o menos eficiente estirada salgo de la cama tiritando casi siendo vencido por el frío y me miró al espejo para ver la nueva versión de mi rostro decadente y desesperado para el día de hoy… no me gusta lo que veo, no me gusta lo que soy ni como soy, mi rostro iba bien pero ahora se convirtió en una víctima más de mi estrés, ya no solo es el acné, sino todo lo demás, mis ojeras, mis parpados; mis brazos que delatan a leguas mi debilidad; mi estómago gordo con esas horribles lonjas. De la cintura para abajo no me quejo nada. Sonará gracioso pero es un poco preocupante cuando a una persona le gusta solo la mitad de su cuerpo… qué horror me da ver mi cabello.
No encuentro una manera de salir a la calle sintiendo que a la gente le va a gustar lo que verá en mí… casi todo esto son payasadas, al principio no me importó tanto hasta que me di cuenta… las cosas sin importancia fueron desde entonces mi martirio diario y ahora las cosas realmente importantes me congelan debajo de mis cobijas, me obligan a quedarme quieto por horas y horas muriéndome de miedo sin saber que hacer, cambio de posición pero no encuentro la manera de relajarme.
“Nunca saldrás de esta”
Escucho que mi propia voz me dice a mí mismo… alguna veces era yo mismo hablando en voz alta, por lo que sólo faltó callarme y controlar mis palabras para darme cuenta de que esa voz, mi voz, estaba dentro de mi cabeza, rebotando en mi cerebro, recordándome que no puedo seguir adelante, que los perdedores como yo somos los que nos quedamos en la cama jodiéndonos a la par que todo lo demás se jode alrededor nuestro…
En fin, que ya todo está en la mochila… sólo me falta mandarle un mensaje <<uff>> sin ella estaría realmente perdido, aunque últimamente no sé si es mi mente jugándome horribles trampas mentales, porque ya me ha pasado, o es que ha dejado de interesarse en mí. No la culparía, puesto que le he dado más que motivos para hacerlo y es lógico que cuando tratas mal a una persona y le haces daño, esa persona deje de quererte. Aunque a veces esa ilusión se desvanece y veo en ella a la mujer fuerte protectora y poderosa que siempre ha sido y que le sobran todavía un poquito de fuerzas para curarme a mí y digo quizás es eso… ella tampoco ser fuerte todos los días. Menos con las cosas que le has hecho.
No paro de sentirme culpable, cuando la culpabilidad me asalta comienzo a esconderme, cuando el berrinche se me prolonga es cuando cometo una tontería, está otra vez esa voz que te dice que nadie en el mundo es capaz de querer a alguien como tú, que sólo está jugando contigo y otras cosas que me apenan mucho recordar en mis momentos de mayor sobriedad y lucidez. Momentos buenos que todos en la vida pasan, cuando te permites estar de buen humor, cuando le agarras ritmo a la vida y las cosas parecen volverse levemente más fáciles, todos sabemos como son esos días en los que todo va en orden y no hay nada de qué preocuparse… pero no me engaño, es sólo que las cosas aún están lejos de suceder y, como siempre, no tendrás manera de salir de ésta y recurrirás a la ayuda de alguien esperando contar con ella… ¿pero de quién vas a recibir ayuda? No hablo con nadie fuera de mi familia inmediata, me cuesta relacionarme lo mínimamente como para aceptar y de perdida considerar las palabras que alguien de buena fe me dice.
Un día estás bien y animas a la familia y le demuestras tu alegría al mundo y al rato te quieres morir… eso es importante: saber y ser bien consciente de que así es esto, es como una montaña rusa en la que has llegado a un punto muy alto y debes bajar; la bajada no es nada agradable, de hecho la primera es, muchas veces, la caída más profunda y sientes cómo estás a punto de salir disparado del carro rogando a Dios que el cinturón no se suelte… Bueno, es eso pero adentro de la cabeza y, en lugar de ser el cinturón de seguridad, es el dinero, el trabajo, la ropa los problemas personales… hay que saber caer, saber que no es que las cosas vayan mal, es que tenemos puestos los lentes de sol y, aunque tampoco hay que estar frescos, no es necesario estar tan preocupado… es aquí donde el siguiente sistema falla, donde una manguerita hidráulica estalla producto de la presión: la voluntad.
No sé exactamente lo que sea la voluntad, pero la entiendo como esa fuerza humana capaz de levantarse paraa luchar ante la adversidad, el deseo no solóo de hacer algo sino de lograrlo no importa cuán grande sea el reto. Y es que esa fuerza de voluntad se me ha enfermado por el miedo y la ansiedad que generan los pequeños micro fracasos sin importancia de todos los días y esto hace que se vuelvan tan grandes y, tomando en cuenta que la vida es toda una serie en conjunto de esos micro fracasos, puedo hacerme la idea de lo mal que la he estado pasando últimamente. Luego llega el cansancio… luego llegan las voces.
Cuando se enferman el hígado, los pulmones o los riñones, el cuerpo comienza a asesinarse a sí mismo. Cuando se enferma la voluntad pasa igual, pero ahora es la mente la que se destruye a sí misma… es una sensación horrible, el ir perdiendo cada uno de tus pensamientos y el poder sobre ellos.
Llego por fin al trabajo, que es una porquería, no podría llamarlo de otro modo, estar soportando a cada loco con su tema de los cuales tú eres uno más; el jefe que no para de molestar, otro jefe haciéndose tonto, pero todos son la misma locura, no hay uno que sea mejor que otro. Los clientes... no sabes de dónde sale esa gente que parece no tener cerebro, hay quienes saben pensar y hacer las cosas, otros de plano se comportan como bestias sin educación…
Me repugnan la vida, la sociedad y el mundo en general... no quiero salir de mi cama, quiero quedarme dormido, no por pereza, sino para ya no pensar en nada, para no tener que enfrentarme al monstruo de mis pesadillas al día siguiente, para no sentir la opresión y el miedo apoderándose de mí al momento de afrontar un problema, para tener algo de dignidad que me permita alzar la frente y levantar la voz, pero no hay nada de eso… sólo un simple saco escuálido de huesos, una débil membrana que protege un interior todavía más frágil el cual ya está enfermo.
Me siento triste… pero es una de las muchas cosas más que siento y de las cuales sólo consigo identificar unas pocas porque siempre siguen el mismo orden: triste, molesto, no triste, neutro… yo preferiría mantenerme entre las últimas dos… pero de un tiempo acá mis emociones pertenecen al campo de la primera mitad. No importa cuánto sea capaz de esforzarme, no consigo mejorar, no consigo ser reconocido por algo que sea positivo para mi currículum, no soporto a la gente, no quiero estar aquí… quiero irme, quiero largarme de aquí, quiero que llegue la hora de la comida, que llegue un cliente que no se comporte como si fuera un perfecto imbécil, quiero irme a casa sintiendo que hice bien las cosas… no como un patético perdedor que parece no querer darse cuenta de lo mucho que ha jodido su vida… Permítanme descansar, permítanme descansar, por favor…
Llego por fin a casa… hacerlo nunca ha sido nada fácil, el trayecto es tenso debido al tema de la inseguridad, algo más a lo que mostrar el debido valor, igual hay que salir y, si te meten un balazo, sólo queda esperar que se trate de una persona que quería matar y una persona que quería morir, cuando no es así hay mucha pena. En fin que el regreso a casa por la noche es triste, a veces hay alguien con quien platicar, y nuevamente no sabes si es tu mente, pero parece ser que no le caes tan bien… Apenas escribiendo esto me doy cuenta de que la mente enferma, la mente con un mal, juega sin piedad conmigo. Total, de regreso prefiero transbordar, pagar un poco más por el transporte que me deje lo más cerca de casa posible… llegar a casa es bonito de unos días para acá, sé que la mayoría de las veces alguien me recibirá y podremos hablar un poquito sobre cómo nos va.
Pero con ella no he hablado, eso es finalmente lo que me termina de romper, podemos decir que el sentir que una persona te hace falta para sentirte fuerte es lindo… en la realidad no lo es tanto, cuando éramos un par de jóvenes enamorados esperando vivir un día más para querernos sí que era lindo… pero cuando la realidad llegó dejó de serlo tanto. Cuando me levanto sin verla tengo miedo, sueño terribles pesadillas y despierto con unas ganas inmensas de que esté a mi lado, de que me consuelen, de besarla y acariciarla, el no verla eso sí no… todo lo que sea menos eso… dice mi cabeza, o tal vez mi corazón, y lloro, y mi día fue una enorme pila de mierda.
Ya sé que siempre ha de haber esperanza, y de hecho la hay, la vida presenta su forma más bella de manera bien desplegada para que mis ojos la presencien… es la maravilla de esa vida la que me hace bien, la que me da valor… gracias a Dios… un poquito de valor… en medio de todo.
Mi día termina: sigo despierto, quizá vea otro vídeo más, quizá espere un ratito más en lo que me contesta, o a ver si me contesta, no, ya no va a contestar mejor me pongo a hacer otra cosa… ya no quiere estar conmigo, ya no le importo, como no le importo a nadie, debería demostrar entonces lo mucho que los demás no me importan…
Son las cuatro de la mañana, ya me dormiré… mañana me levanto a las nueve treinta, sí alcanzo a descansar un poco si me duermo ahora. Mañana será otro día.
En fin, que ya todo está en la mochila… sólo me falta mandarle un mensaje <<uff>> sin ella estaría realmente perdido, aunque últimamente no sé si es mi mente jugándome horribles trampas mentales, porque ya me ha pasado, o es que ha dejado de interesarse en mí. No la culparía, puesto que le he dado más que motivos para hacerlo y es lógico que cuando tratas mal a una persona y le haces daño, esa persona deje de quererte. Aunque a veces esa ilusión se desvanece y veo en ella a la mujer fuerte protectora y poderosa que siempre ha sido y que le sobran todavía un poquito de fuerzas para curarme a mí y digo quizás es eso… ella tampoco ser fuerte todos los días. Menos con las cosas que le has hecho.
No paro de sentirme culpable, cuando la culpabilidad me asalta comienzo a esconderme, cuando el berrinche se me prolonga es cuando cometo una tontería, está otra vez esa voz que te dice que nadie en el mundo es capaz de querer a alguien como tú, que sólo está jugando contigo y otras cosas que me apenan mucho recordar en mis momentos de mayor sobriedad y lucidez. Momentos buenos que todos en la vida pasan, cuando te permites estar de buen humor, cuando le agarras ritmo a la vida y las cosas parecen volverse levemente más fáciles, todos sabemos como son esos días en los que todo va en orden y no hay nada de qué preocuparse… pero no me engaño, es sólo que las cosas aún están lejos de suceder y, como siempre, no tendrás manera de salir de ésta y recurrirás a la ayuda de alguien esperando contar con ella… ¿pero de quién vas a recibir ayuda? No hablo con nadie fuera de mi familia inmediata, me cuesta relacionarme lo mínimamente como para aceptar y de perdida considerar las palabras que alguien de buena fe me dice.
Un día estás bien y animas a la familia y le demuestras tu alegría al mundo y al rato te quieres morir… eso es importante: saber y ser bien consciente de que así es esto, es como una montaña rusa en la que has llegado a un punto muy alto y debes bajar; la bajada no es nada agradable, de hecho la primera es, muchas veces, la caída más profunda y sientes cómo estás a punto de salir disparado del carro rogando a Dios que el cinturón no se suelte… Bueno, es eso pero adentro de la cabeza y, en lugar de ser el cinturón de seguridad, es el dinero, el trabajo, la ropa los problemas personales… hay que saber caer, saber que no es que las cosas vayan mal, es que tenemos puestos los lentes de sol y, aunque tampoco hay que estar frescos, no es necesario estar tan preocupado… es aquí donde el siguiente sistema falla, donde una manguerita hidráulica estalla producto de la presión: la voluntad.
No sé exactamente lo que sea la voluntad, pero la entiendo como esa fuerza humana capaz de levantarse paraa luchar ante la adversidad, el deseo no solóo de hacer algo sino de lograrlo no importa cuán grande sea el reto. Y es que esa fuerza de voluntad se me ha enfermado por el miedo y la ansiedad que generan los pequeños micro fracasos sin importancia de todos los días y esto hace que se vuelvan tan grandes y, tomando en cuenta que la vida es toda una serie en conjunto de esos micro fracasos, puedo hacerme la idea de lo mal que la he estado pasando últimamente. Luego llega el cansancio… luego llegan las voces.
Cuando se enferman el hígado, los pulmones o los riñones, el cuerpo comienza a asesinarse a sí mismo. Cuando se enferma la voluntad pasa igual, pero ahora es la mente la que se destruye a sí misma… es una sensación horrible, el ir perdiendo cada uno de tus pensamientos y el poder sobre ellos.
Llego por fin al trabajo, que es una porquería, no podría llamarlo de otro modo, estar soportando a cada loco con su tema de los cuales tú eres uno más; el jefe que no para de molestar, otro jefe haciéndose tonto, pero todos son la misma locura, no hay uno que sea mejor que otro. Los clientes... no sabes de dónde sale esa gente que parece no tener cerebro, hay quienes saben pensar y hacer las cosas, otros de plano se comportan como bestias sin educación…
Me repugnan la vida, la sociedad y el mundo en general... no quiero salir de mi cama, quiero quedarme dormido, no por pereza, sino para ya no pensar en nada, para no tener que enfrentarme al monstruo de mis pesadillas al día siguiente, para no sentir la opresión y el miedo apoderándose de mí al momento de afrontar un problema, para tener algo de dignidad que me permita alzar la frente y levantar la voz, pero no hay nada de eso… sólo un simple saco escuálido de huesos, una débil membrana que protege un interior todavía más frágil el cual ya está enfermo.
Me siento triste… pero es una de las muchas cosas más que siento y de las cuales sólo consigo identificar unas pocas porque siempre siguen el mismo orden: triste, molesto, no triste, neutro… yo preferiría mantenerme entre las últimas dos… pero de un tiempo acá mis emociones pertenecen al campo de la primera mitad. No importa cuánto sea capaz de esforzarme, no consigo mejorar, no consigo ser reconocido por algo que sea positivo para mi currículum, no soporto a la gente, no quiero estar aquí… quiero irme, quiero largarme de aquí, quiero que llegue la hora de la comida, que llegue un cliente que no se comporte como si fuera un perfecto imbécil, quiero irme a casa sintiendo que hice bien las cosas… no como un patético perdedor que parece no querer darse cuenta de lo mucho que ha jodido su vida… Permítanme descansar, permítanme descansar, por favor…
Llego por fin a casa… hacerlo nunca ha sido nada fácil, el trayecto es tenso debido al tema de la inseguridad, algo más a lo que mostrar el debido valor, igual hay que salir y, si te meten un balazo, sólo queda esperar que se trate de una persona que quería matar y una persona que quería morir, cuando no es así hay mucha pena. En fin que el regreso a casa por la noche es triste, a veces hay alguien con quien platicar, y nuevamente no sabes si es tu mente, pero parece ser que no le caes tan bien… Apenas escribiendo esto me doy cuenta de que la mente enferma, la mente con un mal, juega sin piedad conmigo. Total, de regreso prefiero transbordar, pagar un poco más por el transporte que me deje lo más cerca de casa posible… llegar a casa es bonito de unos días para acá, sé que la mayoría de las veces alguien me recibirá y podremos hablar un poquito sobre cómo nos va.
Pero con ella no he hablado, eso es finalmente lo que me termina de romper, podemos decir que el sentir que una persona te hace falta para sentirte fuerte es lindo… en la realidad no lo es tanto, cuando éramos un par de jóvenes enamorados esperando vivir un día más para querernos sí que era lindo… pero cuando la realidad llegó dejó de serlo tanto. Cuando me levanto sin verla tengo miedo, sueño terribles pesadillas y despierto con unas ganas inmensas de que esté a mi lado, de que me consuelen, de besarla y acariciarla, el no verla eso sí no… todo lo que sea menos eso… dice mi cabeza, o tal vez mi corazón, y lloro, y mi día fue una enorme pila de mierda.
Ya sé que siempre ha de haber esperanza, y de hecho la hay, la vida presenta su forma más bella de manera bien desplegada para que mis ojos la presencien… es la maravilla de esa vida la que me hace bien, la que me da valor… gracias a Dios… un poquito de valor… en medio de todo.
Mi día termina: sigo despierto, quizá vea otro vídeo más, quizá espere un ratito más en lo que me contesta, o a ver si me contesta, no, ya no va a contestar mejor me pongo a hacer otra cosa… ya no quiere estar conmigo, ya no le importo, como no le importo a nadie, debería demostrar entonces lo mucho que los demás no me importan…
Son las cuatro de la mañana, ya me dormiré… mañana me levanto a las nueve treinta, sí alcanzo a descansar un poco si me duermo ahora. Mañana será otro día.