lunes, 23 de diciembre de 2013

Ella Domina.

No me importa cuánto dolor sea capaz de hacerme sentir, no importa que ese inmenso y terrible dolor atraviese con toda la intensidad de una corriente eléctrica cada una de las fibras de mi ser. Soy un ser muerto en un mundo vivo, soy la sombra que se proyecta sobre el suelo cuando tus destellos oscurecen el radiante brillar del sol.
   Me he convertido en la sombra que proyectas cuando te atreves a brillar con tu hermoso resplandor y de esa manera darme vida, proyectándome como la sombra que en el suelo se arrastra y en la pared se plasma para obedecer todos y cada uno de tus caprichosos movimientos, por mi  propia voluntad, sino en un sometimiento total y sumiso a la voluntad tuya.
   No importa que jamás me voltees a mirar, no importa que ignores mi existencia, o que al tenerla siempre presente te haya hecho acostumbrarte a ella, yo siempre estaré al pendiente de ti, moviéndome detrás de ti sin que te des cuenta y caminando enfrente de ti aunque no me notes.
   Ella domina, con el dolor que en mi cuerpo provoca y me deja paralizado me hace sentir que estoy vivo, vivo para sentir sus manos aunque sea lastimándome, vivo para sentir su boca aunque sea mordiéndome, vivo para ver su mirada aunque sea hiriéndome, vivo para oír sus palabras aunque sean insultándome.
   Ella domina, no importa que me azoté fuertemente con el doloroso látigo de su indiferencia que sacude todos mis sentidos, no importa que me entierre en el cuerpo las agujas de la desesperanza cada vez que la volteó a ver sin que ella note siquiera que estoy mirándola. No me importa que sufra hasta los niveles más inhumanos del dolor, mientras sea ella quien me provoca ese escarmiento que sobrepasa los limites de la carne para adentrarse con violencia en los terrenos del alma.
   Ella domina, entierra sus uñas en mi pecho, agujera mi piel, desgarra mi carne y atraviesa mi cuerpo, con sus manos aprieta mi corazón y con furia lo arranca de mi pecho, la sangre se derrama por mis costillas formando lentamente un charco alrededor de mí, mientras ella arroja mi corazón contra la pared y se estrella en una plasta carmesí que poco a poco se va resbalando hacia el cielo, embarrándolo todo de sangre dejando un rojo camino al suelo.
   Con sus dedos me saca los ojos que han sido capaz de admirar su belleza, hunde lentamente las yemas de sus dedos en las cuencas de mis ojos, veo oscuridad, siento dolor y no me importa porque es ella quien me lo causa, comienzo a ver todo de un color rojo y siento un liquido caliente recorriendo mis mejillas y mis sienes, esos ríos de sangre que tapan mis oídos al punto de no ser capaz de escuchar mis propios gritos suplicando por más.
   Por fin, me muerde los labios y siento sus dientes apretándose contra mi frágil carne labial y traspasarla junto con una nueva ola de liquido tibio y de sabor ferroso emanando con fuerza, una potente descarga eléctrica se genera en la punta de mis dedos y viaja directamente hasta la zona de mi labio inferior, cuando de un fuerte tirón hacia atrás ella me lo arranca y lo escupe como su fuera un pedazo de tela, siento mi labio caer en mi pecho y palpitar un poco antes de que empiece a enfriarse.
   Ella domina, y le agradezco que me haya quitado los ojos, el oído y los labios, para no poder volver a sentir a otra mujer, ése es mi deseo.
 

 

 

Luna de Cristal

Brilla, blanca por el cielo en que naciste, siempre te veré más bella, siempre me hallarás más triste.
Juan de Dios Peza

Mi vida, oscurecida desde adentro debido a la pérdida de mi hermosa estrella, oculta en la distancia, a cobrado un nuevo tono oscuro y confuso.
   Que puedo tener como inspiración si aquella que brillaba en mis noches de  soledad ya no está, su luz ya no resplandece en las noches más oscuras y por lo tanto, yo no puedo convertirme en la sombra que se proyecta en el suelo y que sobre éste se arrastra.
   Qué castigo tan intenso sufre mi herido corazón, mi estrella se ha apagado, se ha ido tan lejos para alumbrar a alguien más y espero que aquella persona a la que alcance su resplandor, sepa venerar con el debido respeto la potente luz de la estrella de mi princesa.
   Hay una luz más grande, más potente y sin embargo, no apunta hacía mí, sino hacia todos lados, casi de la misma manera en que lo hace el hiriente sol, su brillo opaca las demás estrellas que a su lado se encuentran y alumbra los rincones más oscuros de los corazones solitarios.
   Seguramente el brillo de mi estrella se vería reducido a nada junto al resplandor intenso y blanco de la luna de cristal que alumbra como un enorme faro en el oscuro telón del cielo.
   Esa luz es hermosa, bella, digna de admirar, lamentablemente, se trata de la luna y no de cualquier luna, de una luna de cristal, tan frágil como su mismo brillo. Una luna que no todas las noches alumbra el cielo, una luna que a veces nos muestra un lado oscuro y que a veces parece ser más grande y en otras ocasiones, se encuentra ausente, deleitando a alguien más.
   No es como mi estrella que deleitaba a toda la creación y engalanaba el cielo entero, mi estrella visible desde cualquier punto de la tierra. Se diferencian también, en que la luz de esa luna de cristal ilumina a tantos y a nadie, la luz de mi estrella, iluminaba a todos pero sólo a mi me miraba.
   Mi estrella se encuentra tan lejos, y la luna de cristal tan cerca, tan cerca que la puedo tener, pero ausente en las noches más oscuras cuando necesito de su luz, por eso no puedo amar a la luna, porque aunque lejos, mi estrella está ahí, y la luna, tan cerca, se pasa las noches de amor ausente.
 

 

Herejía y Fe*

Quisieron hacerme creer que no te merecía; todo el mundo estaba de acuerdo, menos yo.   Quisieron hacerme sentir que no merecía tu cariño y ...