Brilla, blanca por el cielo en que naciste, siempre te veré más bella, siempre me hallarás más triste.
Juan de Dios Peza
Mi vida, oscurecida desde adentro debido a la pérdida de mi hermosa estrella, oculta en la distancia, a cobrado un nuevo tono oscuro y confuso.
Que puedo tener como inspiración si aquella que brillaba en mis noches de soledad ya no está, su luz ya no resplandece en las noches más oscuras y por lo tanto, yo no puedo convertirme en la sombra que se proyecta en el suelo y que sobre éste se arrastra.
Qué castigo tan intenso sufre mi herido corazón, mi estrella se ha apagado, se ha ido tan lejos para alumbrar a alguien más y espero que aquella persona a la que alcance su resplandor, sepa venerar con el debido respeto la potente luz de la estrella de mi princesa.
Hay una luz más grande, más potente y sin embargo, no apunta hacía mí, sino hacia todos lados, casi de la misma manera en que lo hace el hiriente sol, su brillo opaca las demás estrellas que a su lado se encuentran y alumbra los rincones más oscuros de los corazones solitarios.
Seguramente el brillo de mi estrella se vería reducido a nada junto al resplandor intenso y blanco de la luna de cristal que alumbra como un enorme faro en el oscuro telón del cielo.
Esa luz es hermosa, bella, digna de admirar, lamentablemente, se trata de la luna y no de cualquier luna, de una luna de cristal, tan frágil como su mismo brillo. Una luna que no todas las noches alumbra el cielo, una luna que a veces nos muestra un lado oscuro y que a veces parece ser más grande y en otras ocasiones, se encuentra ausente, deleitando a alguien más.
No es como mi estrella que deleitaba a toda la creación y engalanaba el cielo entero, mi estrella visible desde cualquier punto de la tierra. Se diferencian también, en que la luz de esa luna de cristal ilumina a tantos y a nadie, la luz de mi estrella, iluminaba a todos pero sólo a mi me miraba.
Mi estrella se encuentra tan lejos, y la luna de cristal tan cerca, tan cerca que la puedo tener, pero ausente en las noches más oscuras cuando necesito de su luz, por eso no puedo amar a la luna, porque aunque lejos, mi estrella está ahí, y la luna, tan cerca, se pasa las noches de amor ausente.
Que puedo tener como inspiración si aquella que brillaba en mis noches de soledad ya no está, su luz ya no resplandece en las noches más oscuras y por lo tanto, yo no puedo convertirme en la sombra que se proyecta en el suelo y que sobre éste se arrastra.
Qué castigo tan intenso sufre mi herido corazón, mi estrella se ha apagado, se ha ido tan lejos para alumbrar a alguien más y espero que aquella persona a la que alcance su resplandor, sepa venerar con el debido respeto la potente luz de la estrella de mi princesa.
Hay una luz más grande, más potente y sin embargo, no apunta hacía mí, sino hacia todos lados, casi de la misma manera en que lo hace el hiriente sol, su brillo opaca las demás estrellas que a su lado se encuentran y alumbra los rincones más oscuros de los corazones solitarios.
Seguramente el brillo de mi estrella se vería reducido a nada junto al resplandor intenso y blanco de la luna de cristal que alumbra como un enorme faro en el oscuro telón del cielo.
Esa luz es hermosa, bella, digna de admirar, lamentablemente, se trata de la luna y no de cualquier luna, de una luna de cristal, tan frágil como su mismo brillo. Una luna que no todas las noches alumbra el cielo, una luna que a veces nos muestra un lado oscuro y que a veces parece ser más grande y en otras ocasiones, se encuentra ausente, deleitando a alguien más.
No es como mi estrella que deleitaba a toda la creación y engalanaba el cielo entero, mi estrella visible desde cualquier punto de la tierra. Se diferencian también, en que la luz de esa luna de cristal ilumina a tantos y a nadie, la luz de mi estrella, iluminaba a todos pero sólo a mi me miraba.
Mi estrella se encuentra tan lejos, y la luna de cristal tan cerca, tan cerca que la puedo tener, pero ausente en las noches más oscuras cuando necesito de su luz, por eso no puedo amar a la luna, porque aunque lejos, mi estrella está ahí, y la luna, tan cerca, se pasa las noches de amor ausente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario