domingo, 25 de septiembre de 2011

Te Amo

Quiero ver tus ojos para confesar
el amor que siento al voltearte a mirar.
Quiero que enmudezcas en esta ocasión
para que me prestes toda tu atención.

Quiero que me escuches y des tu opinión
cuando te declare toda mi pasión.
Cuando yo te diga cuanto te amo
Cuando te recuerdo que seremos uno

Ahora te confieso: te amo de verdad
y, escribo este poema, para declarar.
Quiero darte un beso en esos labios
Y volverme loco en ese calor.

Cada día que pasa, te quiero más y más;
cada hora que veo, me hace recordar:
Todo lo que te amo y lo que sufro yo
cuando no te encuentras a mi lado amor.

Como te recuerdo y cuanto te adoro
que si fueras mía serías mi tesoro.
Quiero que estés conmigo mañana, tarde y noche
Que tú estés conmigo en la cama por la noche.

Para entregarte aquello eue guardo con recelo
Todo mi cariño estremeciendo tu cuerpo.
Te amo, lo confieso en este pobre poema.
Te amo y te aprecio cual preciosa gema.

Comparada a una perla bellísima creatura
con toda certeza gana tu hermosura.

Adiós Mi Amor Adios

Ahora debo decirte que siempre te he amado,
que siempre te he adorado con todo el corazón.
Más no me perteneces, así siempre ha sido,
porque he llegado tarde déjame en el olvido.

No quiero ver tus ojos que nunca me miraron
que nunca se voltearon para los míos ver;
no quiero oír tus frases, lejanas y cortantes
No quiero ni escucharte, no quiero escribir más.

Ahora he entendido: no es cuestión de sentirlo,
no es cuestión de sufrirlo, decirlo es lo vital.
En el amor que siento me quedaré callado
me habré ya resignado, no hay porque luchar.

El hombre afortunado se llevara el tesoro
porque te ha conquistado se lleva tú corazón.
Más quiero despedirme aunque no sea con un beso,
aunque no haya deseo, aunque no haya amor.

Siempre que te veía en otro mundo entraba
y siempre me reía pues a ti te besaba.
Ahora que te encuentres lejos ya muy lejos
no podré dormirme porque no te tendré sueños.

Mi mano temblorosa que escribe estos versos
percibe que sus dedos ya no te sentirán,
mis ojos ya llorosos no pueden ver las letras
que con, aire penoso, llenan mi libreta.
Reconozco que he perdido y sé que te has marchado,
pues siempre he sabido que mucho habrás llorado.
Cuando te dije todo que siempre te he amado
me contesta que otro se me había adelantado.

La tristeza que yo siento tan dentro de mi alma
me matara en silencio al llegar la mañana.
bien, ahora me despido, eso es todo de mi parte
No me lances al olvido, recuérdame una tarde.

Para no estar tan triste sabré que de mi te acuerdas,
que un día te reíste de aquél hombre de letras.
Adiós, amada mía, un día calmara mi pena
entonces con alegría no estarás en mi conciencia.

Es todo de mi parte, mi ángel de la guarda,
recuerda amada mía, que siempre te acompaña.
Dormiré tranquilo, te cuida mi angelito
Espero dormir tranquilo Adiós amor mío.

Lejos ya tan lejos recordaré tu cara
que me hará dormir siempre y alegrara mi casa.
Tan bellos ojos negros me recuerdan las mañanas
Que serán siempre frías porque no me acompañas.
Más dejo el sentimiento de lado por momento
para escribir lo importante de este pensamiento:
Aunque de mí te acuerdes olvídame algún día.
Adiós amada mía, adiós por siempre adiós.

Hambre de Dolor

Mirando ese cuerpo bajo tierra
Que aún conserva esa figura tierna
Y me hace recordar lo que he hecho

En la noche entre a su casa
Y en su cama ella dormitaba
Y recuerdo el pecado que hice esa noche

Siento su cuerpo como muere otra vez
Y se me hiela el corazón
Lleno de odio he perdido la razón
Y eso me ha hecho enloquecer

Y no duermo si pienso en ella
Más no puedo evitarlo y en vela
Me paso las noches al pensar en ti

Miro una foto muy reciente
Más ahora ya no puedo ni verle
Porque yo la mate y parece
Que ella me pude mirar no sé por qué será
En la sala, mi alcoba y mi patio
Donde sea miro su retrato
Me recuerda lo que tiempo atrás hice

ya no puede olvidarla y las drogas
No hacen su efecto y me roban
La única oportunidad de olvidarla

Creo que solo queda una solución
Ir con ella al cielo o pagar por mi dolor
Alma de hambre de dolor en mí pecho
Y qué crees que yo deba hacer

Miro esa navaja afilada
Luego veo mis venas remarcadas
Y una idea por fin llega a mi mente

Y no puedo evitar asombrarme
¿Cómo es que no lo pensé antes?
La única forma de irte es matándome

Porque en mi alma siento la necesidad
De hacerlo pues no me da felicidad
Alma de hambre de dolor en mí pecho
Y qué crees que yo deba hacer

Lentamente corto en mi antebrazo
Duele menos de lo que había pensado
Y de pronto algo más nubla mi mente

Eres tú que moriste una noche como hoy
Y he pagado mi pecado
Nunca nacimos para pertenecernos
Por eso te digo adiós mi amor

Alma de hambre de dolor en mí pecho
Pagare mi deuda con dolor
Es lo que quiero porque soy un pecador
Alma con hambre de dolor.

Siento su cuerpo como muere otra vez
Y se me hiela el corazón
Lleno de odio he perdido la razón
Y eso me ha hecho enloquecer

Creo que solo queda una solución,
Ir con ella al cielo o pagar por mi dolor
Alma de hambre de dolor en mí pecho
Y qué crees que yo deba hacer...

jueves, 23 de junio de 2011

Sobredosis de Amor

Que por primera vez te viera
hizo que yo enloqueciera
tenerte un momento en mis brazos
me volvió tu enamorado.

Siempre estabas a mi lado
tú conmigo a cada rato
y cuando me diste un beso
encendió el fuego del deseo.

Pero ahora ha parecido
que me has lanzado al olvido
que a ti se te ha olvidado
lo que pasaste a mi lado.

=Me he enfermado
me he enfermado de amor
me he infectado
de una sobredosis de dolor.=

Ahora por más que te hablo
pareces no hacerme caso
y aunque sigo siendo tu amigo
eres diferente conmigo.

Le hablas a otros tipos
los haces tus noviecitos
y me revuelven los celos
que conmigo no haces eso.

Este amor interesado
hacia ti me ha obsesionado
me ha dejado decepcionado
de lo que ahora he confesado.

=Me he enfermado
me he enfermado de amor
me he infectado
de una sobredosis de dolor.=

Aunque sea en una orgía
por amarte jugaría
aunque sea amor compartido
que deseo estar contigo.

Por amarte solo un rato
aceptaría compartir cuarto
somos muchos en tu cama
aunque solamente uno te ama.

Y en todos te fijarías
pero a mí nunca me amarías
por favor toma mi mano
por favor dime te amo.

=Me he enfermado
me he enfermado de amor
me he infectado
de una sobredosis de dolor.=

No le Digas que la Quieres (Poema)

Tu error ha sido contarme
que de ella estás enamorado
mi decisión fue el engañarte
fingir que te estaba apoyando.

Pero en verdad solo quería
que ella de ti no te enamorara
y cuando la espalda te volvías
en mis celos me revolcaba.

¿Cómo pudo este engaño
mi confesión haber impedido?
me provoco tanto daño
haciéndome el indistinto.

Pero ahora me estoy muriendo
de saber lo malo que eres
y si pides mi consejo
no le digas que la quieres.


Si una vez ella te pregunta
mi respuesta mal intencionada
no la dejes con la duda
pues ella está enamorada

Dale ésta respuesta falsa
para que no te comprometas
si le dices que la quieres
ahí mismo ella te deja.

=Miéntele
pero no le digas que la quieres
miéntele
que no es verdad lo que dices que hiciste.=

Estando con ella a solas
en un sitio solitario
mi consejo tu seguiste
de confianza ya cegado.

Al momento de amarla
mi corazón se me rompió
dejó mi cuerpo mi alma
cuando le hiciste el amor.

Fue esa noche oscura
que en mi mente todo vi
y el dolor que provocaron
en mi cuerpo lo sentí.

Yo quería poseerla
pero ella no era para mí
pero ¿por qué eterna promesa?
se recalca sobre ti.


Pero has desobedecido
lo que tanto te decía

has sido bastante débil
al decirle que la querías.

Pero ahora me estoy muriendo
de saber lo malo que eres
y si pides mi consejo
no le digas que la quieres.

Dale ésta respuesta falsa
para que no te comprometas
si le dices que la quieres
ahí mismo ella te deja.

=Miéntele
pero no le digas que la quieres
miéntele
que no es verdad lo que dices que hiciste
miéntele de todas las veces que se me rompió el corazón=

domingo, 19 de junio de 2011

Ángeles Epílogo

EPILOGO
Después de todos los eventos ocurridos en Enkeli City, Caín regresó a su casa, donde se dedicó a escribir a favor de los derechos y aceptación de los Ángeles.

Estefanía vive con sus padres, feliz. Al parecer olvidó todo lo relacionado con Gabriel luego de un tiempo de volver a sus actividades normales. Si embargo, aun conserva la muñeca y nunca habla de ella.
Los secuestradores fueron reconocidos y detenidos por las autoridades de Enkeli City.
Gabriel descansa en paz.
Caín mató a Abel, quien ya también ha de gozar de un mundo de paz.

Ángeles Parte VI

Ya estaban los últimos preparativos, Caín comprobó tener los cargadores llenos, afinó los últimos detalles, se puso una larga gabardina y salió en dirección al puente, donde ya lo estaba esperando su hermano.
   Caín llegó al lugar del encuentro, estaba frente a frente con su hermano gemelo: no obstante siempre habían sido totalmente distintos, no solo en su modo de pensar, sino en la manera de comportarse. Caín estaba serio y Abel reía con demasiada confianza
– Vaya, vaya- dijo Abel – llegué a pensar que no vendrías, pero también me puedo equivocar.
– Renuncia a tu ridículo proyecto- dijo Caín – es tu última advertencia.
– Mi ultima… ¡Ja!- corrió hacia Caín y le soltó un puñetazo en la cara que lo mando al suelo, una vez ahí, Abel se encimó en su hermano y comenzó a golpearlo, pero Caín lo catapultó usando sus dos pies, Abel cayó a medio metro de Caín, se levantó y en ese momento recibió puñetazos en el rostro, muy fuertes por cierto. Abel esculcó con rapidez en su bolsillo y encontró su pistola estiró su brazo y colocó el cañón justo en la frente de su hermano, quien se pudo mover con rapidez para evitar que la bala le hiciera un agujero. En ese momento, Caín metió las manos en los bolsillos internos de su gabardina y sacó sus dos pistolas, apunto a Abel y disparó, Abel sacó una segunda pistola de su saco y le hizo frente a Caín, cada quien disparó dos veces, las balas impactaron una contra la otra.
   Abel corrió hacia Caín y al estar cerca de él dio un brincó con un giro mortal hacia adelante, estiró los brazos y cuando estuvo literalmente de cabeza en el aire disparó contra Caín, quien igual disparó, nuevamente las balas del uno chocaron contra las del otro.
   Al caer al suelo, Abel se incorporó mientras giraba y apretaba el gatillo, pero su cargador era de seis balas, Caín hizo lo mismo, pero su cargador era de ocho balas, o sea que le quedaban dos en cada pistola, las cuales no dudó en disparar.
   Los cuatro boquetes en el cuerpo de Abel lo hicieron que poco a poco se empezara morir, vomitó sangre y cayó al suelo,
– Nunca nos aceptarán, Caín- dijo Abel – entiéndelo.
– Tal vez… pero eso no te toca a ti decidirlo- contestó Caín.
– Eres débil, siempre lo has sido, esa es una cualidad que te envidio.
– No seas necio.
– Es bueno arrepentirse cuando te vas a morir, solo quería… una oportunidad ¿entiendes? Una oportunidad para ser… normal.
– Somos como somos
– Somos… Ángeles- después de decir eso, Abel murió. Caín lo cargó y lo lanzó al río, cuyas turbias aguas se encargarían de llevarlo lejos y de que jamás le encuentren.

Estefanía lloraba sentada en las piernas de Gabriel, quien estaba a un paso de ir del mundo de los vivos al de los muertos, la niña se tapó con las mantas que cubrían a Gabriel y no vio cuando sus padres pasaron, no reconocieron a Gabriel y siguieron de largo, pero Gabriel sí les reconoció y trató de ir tras ellos, intentó empujar la silla de ruedas pero solo la derribó y cayó al piso sin poder pronunciar palabra.
   Un gentío se formó alrededor de Gabriel y de Estefanía que descansaba en sus brazos
– Alguien que llamé a una ambulancia
– ¡Miren! Hay una niña
– Que llamen también al orfanato para que la recoja.
   Los padres de Estefanía iban llegando al hotel, cuando vieron que una ambulancia iba hacia la calle que hasta hace unos minutos ellos acababan de rebasar, por lo que fueron hacia allá nuevamente.
   Se encontraron con la gran multitud, la cual les impidió pasar, vieron como los encargados del orfanato tomaban a Estefanía quien quería seguir abrazada a Gabriel. La señora la reconoció de inmediato y quiso pasar, pero la gente no se lo permitió, vio que la subían a un carro y éste arrancaba a toda velocidad, la señora corrió tras él gritando que se detuviera.
   El auto se detuvo, la puerta de atrás se abrió y la niña bajó para correr hacia los brazos de su madre, quien la cargó y se aferró a ella con fuerza
– Mami, mami- lloró la niña – que bueno que aquí estás, tenía mucho miedo y Gabriel me trajo hasta aquí- se puso seria y espantada – Gabriel, hay que ir con Gabriel se va a morir si no lo ayudamos- juntas corrieron hasta donde estaba el grupo de gente, los paramédicos estaban revisando el cuerpo de Gabriel en el suelo y uno de ellos dijo
– Lástima, no lo logró- Gabriel yacía en el piso, con una mirada alegre y una sonrisa de satisfacción en los labios, el paramédico le cerró los parpados, lo tapó con una manta y con la ayuda de su compañero lo llevaron a la morgue
– Mamá…- dijo la niña – Gabriel está…
– Pues… está en un lugar mejor- dijo la madre llena de pena
– No… no es cierto, no puede ser cierto- la niña estalló en un doloroso llanto, que desgarró los corazones de los presentes
– Oye niña- dijo uno de los paramédicos – creemos que esto te pertenece, él lo traía en su chamarra- era una muñeca de trapo artesanal.

Ángeles Parte V

Parecía que por fin los habían perdido, Gabriel ya no escuchaba la camioneta. Su rostro estaba lleno de arañazos, al igual que sus brazos, Estefanía igual tenía unas cortadas notables provocadas por las balas, se detuvieron a tomar un poco de aire, en medio de esos arboles, la niña jaló la mano de Gabriel para llamar su atención y le dijo:
– Oye, estoy muy cansada- terminó de hablar y vomitó sangre, una bala se había alojado en su costado, no era nada grave, pero hacía que la niña sufriera.
   La niña perdió el conocimiento, Gabriel la cargó y observó, hacia su izquierda estaba la carretera, a su derecha un conjunto de rocas, cruzándolas estaba Enkeli City, un buen atajo a tomar, Gabriel empezó a escalar las piedras, no le costó mucho llegar a la cima, terminándolas rocas había un gran barranco y comenzó a bajar cuidadosamente. Tropezó y cayó rodando varios metros de doloroso terreno rocoso, la niña iba a caer de nuca, Gabriel saltó y tomó a la niña con su mano izquierda y con la derecha cayó y derrapó varios metros, Gabriel vio su mano, todas sus falanges se habían desviado, es mano ya no le servía para nada, así que utilizó ese brazo para cargar a la niña.
   Siguió descendiendo, piso en falso y cayó por el barranco, la idea era bajarlo, no caerlo. Gabriel se intentó agarrar de una rama que sobresalía del bordo pero solo logró dislocarse el hombro y se soltó del gran dolor, cayó varios metros con su brazo izquierdo moviéndose como si fuera de trapo, lo que hizo fue poner a la niña contra su pecho y voltearse para caer con la espalda. El impacto con el suelo fue tremendo, Gabriel tardó en incorporarse su cubito y radio del brazo izquierdo se rompieron con el impacto, ahora todo su brazo se movía como lombriz.
   Además, él recibió cinco balazos después del primero en la silla, en total tenía seis agujeros en todo el cuerpo que emanaban sangre azul a chorros, también cuando rodo en las piedras se fracturó la nariz, y sangraba, no podía acomodársela porque sus dedos estaban rotos y el otro brazo más inutilizado que nada, así que prosiguió con la nariz desviada y sangrante, sus dedos horriblemente torcidos y su brazo sacudiéndose como bandera, lanzando chorros de sangre por los agujeros en su cuerpo y con muchos arañazos y moretones. Estaba en los últimos kilómetros de Enkeli City, debía tomar la carretera e irse a su pueblo.

   Mejor encendió el televisor, fue a la cocina por una botana y se sentó a ver su programa favorito, en la cocina había muchas cosas, pero una bolsa de frituras grande era fácil de encontrar incluso en ese desorden y la cerveza siempre estaba en el refrigerador, había un único problema con eso: el destapador ¿Dónde lo había dejado? Ni idea, comenzó a buscar por toda la cocina, abrió todos los cajones y encontró un par de pistolas AMT Automag III con varios cargadores y balas sueltas, Caín las aceptó porque fue un regalo de cumpleaños que Elizabeth le dio, nunca pensó que las iba a utilizar, de hecho pensaba en venderlas en “Mercado Libre” pero por alguna razón decidió conservarlas. En ese mismo cajón estaba el destapador, Caín lo tomó y destapó su cerveza, luego fue al sofá, se sentó y disfrutó su televisión, el programa estaba por empezar, pero pronto de encadenó en la radio, internet y televisión “Corte Informativo de Enkeli News”
– Una marcha polifacética tuvo un enfrentamiento con un batallón de granaderos a unas cuantas calles del ángel de la independencia. Cuando el equipo antidisturbios al mando del comandante Pedro Cortázar y de Elizabeth Jiménez llegó a hacerles fuerte se abrió fuego, una tarde lamentable para todos, murieron miles de personas, solo diez marchantes y dos oficiales sobrevivieron a una poderosa explosión que dio fin al encuentro. La oficial antidisturbios Elizabeth Jiménez- apareció su foto en blanco y negro con el año de su nacimiento y el año dos mil once y Caín temió lo peor – quien ganaría repetidas veces la medalla al valor, murió en el atentado, luego de que una bomba explotara frente a ella, según afirman los dos oficiales que le vieron. He aquí las imágenes- la cámara grabó como llevaban a los diez marchantes sobrevivientes, los policías muertos y a la pobre Elizabeth en el suelo, siendo recogida por los de la morgue y llevándosela.
   Caín entró en shock, no lo podía creer, había hablado con ella hace trece horas y ahora la veía en televisión con la mitad del cuerpo quemado. No, no era cierto, tenía que tratarse de una horrible pesadilla, sí era una pesadilla, él no tomaba cerveza ni menos botanas, los niños nunca jugaban en su jardín, sí era una mentira todo aquello y pronto tendría que despertar. Despertaría y llamaría a Elizabeth se enteraría de que estaba bien e iría a su casa para decirle… para decirle… que la amaba, el reportero prosiguió
– Se trataba de cientos de marchas distintas, que según los sobrevivientes fueron llamadas por un hombre a quien únicamente se le identifica por Abel, esta es su fotografía- apareció, Caín seguía creyendo que estaba soñando, su hermano no era un alborotador, ni menos un asesino ¿a quien engañaba? El mundo se le había venido abajo. Él que siempre esperó lo peor se dio cuenta de lo poco preparado que realmente estaba para afrontar su destino. El reportero prosiguió:
– Tras un mensaje a la policía, Abel ha declarado la guerra a todo aquel que interfiera con sus planes, también ha afirmado que esta es la primera de muchas marchas. Asegura también tener poder infinito y que no existe ser en la tierra con el poder de siquiera retarlo- gracias a Dios, Abel se equivocaba.

Habían llegado ya a la casa de Gabriel. El Ángel encendió la estufa y le empezó a calentar unas pinzas, luego, con ellas sacó la bala del costado de Estefanía, le puso un poco de alcohol y la vendó, era todo lo que se podía hacer, Gabriel hubiera deseado mucho llamar a un médico que le apoyase, pero simplemente estaba tan acalambrado que no podía, el dolor había sido mucho, demasiado, cayó en su cama a un lado de la niña y perdió el conocimiento.
   Despertó, Estefanía estaba mirando hacia la ventana, Gabriel se sintió feliz de verla bien, estaba un poco golpeada, pero ella sonreía
– Vamos, Gabriel, llévame a casa, hay que ir a casa a jugar
– Sí vamos- Gabriel se levantó, sentía su sangre purificarse ante aquel sentimiento de felicidad y a pesar de todo el dolor que sentía acompañó a la niña a su casa.
   Al llegar, Estefanía abrió la puerta, gritó a mamá que Gabriel nuevamente lo trajo de vuelta, pero nadie contestó
– No están aquí- dijo Estefanía cayó de rodillas y se puso a llorar
– No… no puede… ser- Gabriel cayó al suelo y su sangre empezó a embarrarse en el suelo
– Gabriel, ¿Gabriel están bien?- el muchacho no contestó, ni siquiera podía moverse. Ante ello, la niña se armó de coraje y jaló del brazo que no estaba dislocado a Gabriel, lo subió por las escaleras y lo colocó sobre su cama, una vez que se aseguró de que estuviera bien tapado salió corriendo a la calle, se paró en donde pasaba la gente y grito:
– ¡Auxilio! ¡Gabriel está herido! ¡Necesita de un doctor! ¡Qué alguien me ayude!
– ¿Qué? ¿Ayudar a ese fenómeno?- dijo un muchacho y muchas personas se le unieron diciendo:
– Todos lo vimos ayer en la tarde, su asquerosa sangre azul
– Tan herido que no parecía hombre
– ¿Por qué te esfuerzas en salvarlo?
– ¿No ves que tú y él son tan diferentes?
   Con el sol de la mañana, Gabriel recobró un poco de fuerzas, abrió los ojos, entonces escuchó una bicicleta, al parecer el muchacho que repartía el Enkeli Times vivía en el pueblo y le sobro un periódico, motivo por el cual lo arrojo a la ventana del cuarto de Estefanía y le cayó justo en la cara, Gabriel sintió que por alguna razón debía de ver el periódico, leyó una columna que le interesó “Padres desesperados vinieron a nuestras oficinas para denunciar la desaparición de su hija, según la madre, su amigo Gabriel estaba con él, por lo que se le considera sospechoso y/o victima, actualmente la pareja se hospeda en el hotel Enkeli en la ciudad del mismo nombre habitación 76, cualquier información acudir directamente con ellos o a nuestras oficinas”.
   Había una última oportunidad.

Estefanía se cansó de escuchar tantas cosas malas sobre su mejor amigo, sobre aquel que por poco moría. No entendía por qué no lo querían, si había hecho al que cualquiera llamaría bueno
– No es cierto, él es igual a mí, tiene ojos y cara y boca y…
– Mira el arañazo de tu brazo niña- dijo un señor – ahora mira la sangre que el ha dejado en el camino- la niña vio que eran de color distinto
– Solos los monstruos tienen sangre de ese color- siguió diciendo el señor
– No vale la pena niña.
La niña llegó a su casa, con un gran paquete de algodón y una enorme botella de alcohol, no sabía como curar a Gabriel, así que le desinfectó las heridas, tronó sus dedos, y su brazo dislocado lo jaló con fuerza; dio resultado, Gabriel dejó de sangrar, pudo mover los dedos de su mano izquierda y eso le ayudó a poder enyesarse él solo su brazo, esperando que el cubito y el radio embonaran bien, además, con ese jalón su brazo quedó curado embonado. Pero aún así, Gabriel todavía se sentía muy mal, el plomo en las balas, que no habían sido extraídas, lo estaba envenenando y lo estaba matando muy rápido.
   Estefanía le dijo:
– Espera aquí, mi mamá me enseñó a hacer un té para la fiebre- la niña corrió a la cocina y al poco rato llego con una taza que contenía un liquido humeante, Gabriel lo bebió, pero no sintió alivio. El Ángel le dijo a Estefanía:
– Mira, lo que dice en el periódico- la niña leyó la noticia y se emocionó
– Mis padres están en la ciudad, hay que ir pronto
– ¿No puedes ir sola?
– No, no lo creo
– En cuanto me recupere, iremos ¿te parece
– Sí.
   A partir de entonces, Estefanía se encargaba de cuidar a Gabriel, pero sus esfuerzos eran en vano, le preparó más té, que al parecer lo hacía sentir mejor por momentos. Pero sus heridas se infectaban y lanzaban pus, una fiebre le invadió y comenzaba a matarlo, la niña usaba toallas frías para intentar bajarla, pero nada. Simplemente Gabriel se moría.

   Sonó el teléfono en la casa de Abel, y él mismo contestó, no se dio prisa, sabía que era alguno de los cientos de asquerosos humanos que le rodeaban a cada momento, de hecho, dejo que la contestadora hiciese el trabajo, pero al momento en que escuchó la voz de Caín descolgó el teléfono
– Hola, hermano ¿Cómo estás?
– ¿Te volviste loco?- preguntó Caín.
– No te entiendo.
– Has matado miles de personas.
– Ah, vaya, sabía que mi hermano el bueno estaría para defender a los humanos.
– Me has quitado todo lo que valoraba.
– Pequeños e innecesarios sacrificios.
– ¡Detén tus planes ahora!- gritó Caín.
– ¿O qué?- preguntó Abel con la maldad dibujada en los ojos y expresada en la voz – no tienes el poder para detenerme.
– Eso es lo que tú crees
– ¿Te vas a enfrentar a mí?
– Tengo que.
– Bien, te espero en el puente que traviesa el río en Enkeli City. Te queda cerca.
– Ahí estaré, a las cinco.
– Me parece perfecto..

Los padres de Estefanía estaban preguntándole a la gente de la ciudad si no habían visto a su hija, pero la gente les ignoraba con desprecio. Era únicamente por verlos humildes. Decepcionados, los señores se dirigieron al puente que cruzaba el rio de Enkeli City.

Tocaron la campanilla de la recepción del “Enkeli Hotel” el portero apareció y vio a un hombre tapado en extremo con muchas mantas sobre una silla de ruedas y su brazo derecho vendado, y a una niña que con gran trabajo arrastraba la silla, se acercó al portero y le preguntó:
– Disculpe, no ha visto a mi mamá, vino a vivir aquí, me estaba buscando
– Si tú eres la niña desaparecida del periódico sí la he visto, salió a la calle y no ha vuelto, puedes esperarla si quieres.
– ¿No supo a dónde fue?
– No, pero los escuché hablar acerca de ir al puente.
La niña salió corriendo empujando la silla de ruedas, el tipo que iba en ella parecía irse muriendo.

Ángeles Parte IV

Elizabeth se encontraba en el cuartel, discutiendo de tonterías con sus compañeros de trabajo, cuando una alerta les llegó a las oficinas, un motín de gente marchaba hacia el centro de la ciudad. Los oficiales se pusieron los uniformes, Elizabeth se colocó su casco, el traje antibalas y tomo el escudo, varios vestidos como ella llegaron al lugar del descontrol, para hacer frente a la marcha que al parecer se estaba volviendo violenta.
   Los oficiales con escudo hicieron diez filas, detrás de ellos estaban los granaderos con los rifles que lanzaban latas de gas lacrimógeno, tasers de larga distancia y balas de goma y detrás de ellos, que eran como doscientos hombres, iban dos tanques que lanzaban agua a presión.
   Elizabeth se puso nerviosa, el disturbio era demasiado grande, además, no se trataba de una sola marcha, eran varias, homosexuales, maestros, tribus urbanas, trabajadores, eran mínimo veinte marchas distintas que se habían juntado y se dirigían al centro de la ciudad, pero en su camino iban no solo reclutando más gente, sino que iban rompiendo vidrios y volcando carros, sembrando caos y destrucción a su paso.
   ¿No les parece impresionante lo que un poco de descontrol puede ofrecer? Toda es agente estaba ahí por una causa que consideraba noble, pero con uno que haya infectado al grupo se encontraron sembrando el terror de manera estúpida y sobretodo peligrosa para las personas que ni siquiera conocían.
   Elizabeth tomó el megáfono y gritó:
– Es la policía antidisturbios, por favor, deténganse y regresen a sus casas- una pedrada en su casco hizo que soltara el megáfono, saco su macana del cinturón y dio la señas para avanzar.
   Eran alrededor de dos mil personas reunidas ahí, de pronto, uno de los marchantes encendió el cuello de una botella y la arrojó hacia los policías, era un coctel molotov y era el primero de toda una lluvia de ellos. La gente también arrojó palos y piedras, así como uno que otro balazo.
   Con una lata de gasolina, los marchantes hicieron una peligrosa barrera de fuego, entre ellos y los oficiales, quienes retrocedieron.
   Aparecieron los tanques, que apagaron el fuego y arremetieron contra la gente lanzando su grueso y sofocante chorro con agua. Las personas empezaron a dispersarse entre los edificios, desde lo cuales continuaron la guerra, la gente que iba armada compartió armamento y parque con quienes no llevaban mucho con que defenderse.

Abel se separó de la marcha cuando vio las latas de gas lacrimógeno volar por los aires, con cautela se deslizó al lado de los oficiales, mató a uno y le quitó el uniforme. Tuvo la suerte de matar a aquél que dirigía el armamento. En cuando soltó una bala todos los demás oficiales dispararon las balas de goma, era imposible darle a algo entre todo el gas lacrimógeno.
   Las balas reales se cruzaron y los oficiales comenzaron a morir
– Olvídenlo- dijo Abel que seguía fingiendo ser el comandante – usen artillería real- una gran explosión lo sacÓ de duda, uno de los tanques había sido destruido y varias camionetas y patrullas ya ardían en llamas, los oficiales fueron a la camioneta blindada y tomaron metralletas de grueso calibre, ellos sabían que las balas debían ir a la piernas.
   No importó, los oficiales con escudo de hierro retrocedían con velocidad ante las balas de los marchantes.
   Abel colocaba tres bombas plásticas en el fuego cruzado, sin duda morirían ambos bandos.
   La gente era asesinada en montones, la sangre pintaba las calles, los gritos se oían el sonido de las explosiones a lo lejos y cerca del conflicto ensordecían, las personas inocentes, como Abel lo había especulado, era la que había muerto primero.
   Hubo un momento de silencio, y una segunda gran explosión, el segundo tanque había sido destruido.
   Los policías disparaban a las piernas de los marchantes, los hacían caer al suelo y listo, quedaban fuera de combate, lo que le dio la última oportunidad que esperaban.
   Los oficiales con escudo empezaron a avanzar lentamente, protegidos de las balas y del fuego de los molotov por sus trajes.

Del otro lado de la marcha, Abel incitó a los que aún no se arriesgaban, que eran mucho más que los primeros, a avanzar, no lo dudaron mucho y, dándose valor entre todos, avanzaron hacia el batallón de granaderos, la cuenta regresiva de las bombas plásticas estaba activa, Abel no sabía si el tiempo era el suficiente.
   Los oficiales se pusieron en sus posiciones y abrieron fuego, las piernas de los marchantes eran heridas, una nueva lluvia de cocteles molotov colmó el cielo. Pero los oficiales no retrocedieron. Por el contrario, avanzaron con mayor rapidez para llegar a ellos lo más pronto posible.
   Por fin, estuvieron frente a frente, los golpes y los balazos en el rostro no se dieron esperar, la gente moría y era herida con rapidez.
   De pronto el frenesí de caos llegó al éxtasis con el estallido de las tres bombas platicas, todos los marchantes murieron así como casi todos los oficiales.
   Elizabeth se levantó con torpeza, estaba muy golpeada pero al parecer ilesa, buscó sobrevivientes, no los encontró, buscó oficiales heridos, únicamente encontró a tres, a dos los ayudó y los recargó sobre una de las camionetas.
   A lo lejos, otro batallón de granaderos detenía a unos diez marchantes sobrevivientes a lujo de violencia.
   Elizabeth, cada vez más débil, ayudó al tercer oficial herido a levantarse, pero en ese momento, un coctel molotov cayó justo a sus pies, el liquido cayo en su rostro y prendió fuego, los cristales que salieron volando se incrustaron en su cuerpo y en su rostro enterrándose profundamente, los oídos, los ojos, la nariz y la boca de la mujer sangraron debido a la presión que originó la explosión. La muchacha cayó al suelo sin emitir un solo gemido o expresión de dolor, todo su lado izquierdo quedó quemado; azotó y en el impacto también se desnucó, la mitad de su cuerpo ardía y se apagó al poco tiempo, la muchacha quedó quemada exactamente a la mitad, la parte izquierda estaba horriblemente quemada y la derecha conservaba la belleza de la muchacha, quien pensó en Caín justo antes de morir, después cerró los parpados para siempre.

Ángeles Parte III

Aquella casa en las afueras de la ciudad era temida, las personas pasaban corriendo para librar la casa. Todos sabían a que se dedicaban ahí, pero nadie se atrevía a ponerle un alto o llamar a las autoridades. Pues todos sabían que en ese municipio operaban los narcotraficantes y los secuestradores.
   No es de extrañar entonces que aquella casa se usara para gente plagiada; las personas veían y aprendían de lo que sus ojos les enseñaban, cuando estaba una camioneta negra estacionada en el patio, quería decir que había una persona encerrada en el sótano y que seguramente la estarían golpeando, violando o mutilando. Pero cuando no, era porque estaban de viaje con los narcos, o simplemente habían ido por otro. La gente no le temía a los hombres de la camioneta, ellos secuestraban gente rica, con dinero; no pobretones como los había algunos en ese municipio.
   La camioneta muchas veces pasaba por Enkeli City y se dirigía al pueblito que estaba en los montes. No había gente millonaria por ahí, pero sí gente que satisficiera los bajos placeres de aquellos malhechores.
   Fue así como dieron con la inocente Estefanía, como siempre, Gabriel estaba observando como ella iba por las tortillas, pero al momento de cruzar la calle, dos hombres se le pusieron enfrente, la jalaron de los brazos y la subieron con lujo de violencia a la camioneta. Gabriel se alteró, subió a su bicicleta y les siguió el rastro.
   Aunque fue bastante difícil, pero dio con la casa, no había muchas tan feas y solo una tenía esa camioneta.
   Entró por la puerta de atrás, que estaba abierta, no veía nada, encendió la luz y se adentró en la cocina, uno de los secuestradores estaba detrás de él y lo golpeó con una silla, Gabriel sintió el golpe y como si una serpiente le hubiera mordido, empezó a experimentar el veneno en su sangre, un veneno que le arrebataba las fuerzas. El secuestrador tomó un cuchillo y se abalanzó sobre él, Gabriel puso sus dos pies enfrente y catapultó a su agresor que salió volando, rompiendo la ventana.
   Gabriel se levantó pero un golpe en su rostro lo hizo volver al suelo, ya en el piso sintió como si miles de pies lo impactaran al mismo, después se dio por vencido y también fue llevado al sótano.
   Los malhechores los amarraron a una silla y lo golpearon, le daban en el estomago y cuando Gabriel se doblaba por el dolor lo hacían enderezarse con golpes en el rostro. Con cada bofetada, con cada golpe, la sangre se envenenaba de dolor, era una fiebre inmensa, era sentir el cuerpo cortado, una sensación por demás horrible
– Qué asco- dijo uno de ellos – mira su sangre.
– Guácala, es azul. Así que tenemos a un fenómeno con nosotros- le apuntó con el cañón de una pistola en la frente – acabas de interrumpir nuestra cita en la cama con una bella niña justo antes de empezar, por eso te volaré los sesos- nuevamente Gabriel sintió que algo se le metía al cuerpo, quemaba sus vasos sanguíneos y desgarraba sus músculos como si le hubieran inyectado arsénico, sus huesos le dolían y sus músculos se tensaron, sentía como cada una de sus células se destruía, el miedo lo envenenaba, envenenaba su sangre, lo hacía sentir mal, irritado del estomago y con grandes deseos de morir de un tiro, sintió que el secuestrador le haría un favor si le hacía boquete en la cara.
En ese momento trajeron a la niña, estaba igual amarrada a una silla, sin duda la habían golpeado en el rostro, aunque no tan fuerte como a Gabriel, en cuanto la vio, Gabriel empezó a sentir que algo envenenaba su sangre nuevamente, pero esta vez era algo distinto, ya no se sentía enfermo, ahora se sentía con demasiada salud como para que los golpes le dolieran.
– ¿Qué le ves, desgraciado?- dijo uno de ellos y lo golpeó en el rostro, Gabriel solo giró la cabeza por el golpe, era raro, no sentía dolor, pero sí una ganas enormes de proteger a la niña, empezó a hacer fuerza en los brazos y las cuerdas empezaron a tronarse, el tipo apretaba el gatillo, reventaban las cuerdas, lo oprimía un poco más; tronaban, lo oprimía un poco más; Gabriel por fin pudo romperlas pero el gatillo se apretó.
   Por sorpresa para todos, Gabriel levantó el rostro después de recibir el balazo, como si no lo hubiera sentido,
– Hijo de…- el tipo recibió una patada que lo sacó volando contra el muro. Gabriel se levantó, rompió las ataduras de la niña y buscó rápidamente la salida. Pero otro llegó y lo golpeó en la cabeza con un bate, Gabriel cayó sobre una mesa, donde el tipo del bate lo volvió a golpear esta vez en la espalda, Gabriel se retorció por el dolor, y lanzó un golpe mientras se daba la media vuelta, dicho puñetazo hizo que el sujeto con el bate se despegara del suelo y girara en el aire con ligereza.
   Un nuevo veneno atacó el cuerpo de Gabriel, un veneno que lo hizo sentirse débil, que no importara que tan fuerte golpeara no provocaba ningún daño, se dobló para tolerar el dolor pero fue levantado de un rodillazo en el rostro. Gabriel tomó a la niña de una mano y corrieron hacia las escaleras. En esa loca carrera los cuatro secuestradores que quedaban de pie abrieron fuego, pero la pareja logró subir a la sala, ellos fueros detrás de él, después de todo, dejaba un rastro azul fácil de identificar aún con la oscuridad de la noche.
   La pareja corrió y para perderse de vista entraron en una arboleda, donde, por la velocidad que llevaban no podían ver por donde se metían. Por suerte, Gabriel encontró su bicicleta y subió en ella, con la niña en la canasta. Salieron del bosque rocoso pero fueron impactados con la camioneta de los secuestradores, que los obligó a ir al suelo y rodar unos metros, la niña y el muchacho se levantaron y volvieron a internarse en la arboleda, los secuestradores volvieron a dispararles, no supieron si les dieron.
   Dedujeron con buen tino que irían al pueblito de nuevo, así que decidieron darles búsqueda, los esperarían en la carretera de Enkeli City, era un buen atajo a tomar, por el campo era como dos semanas a pie, por Enkeli City serían unos diez días. Eso si no estaban heridos.

Abel estaba en su casa, cuando le llegó un envío especial por correo, era de su hermano Caín, quien tras haber investigado un poco en internet supo de su ubicación, vio la columna en el periódico que decía Son diferentes ¿Por qué? En la que exponía su nuevo artículo, Abel sintió furia y un gran odio hacia su hermano.
   Rompió el periódico y lo botó al fuego, después de eso tiró todo lo que tenía sobre sus muebles, sus piezas de porcelana, su colección de botellas de vidrio, incluso su juego de ajedrez de cristal lo tiró al piso donde se hizo pedazos.
   Era un verdadero ataque de ira, la casa quedó hecha trizas, todo en el suelo, Abel incluso cargo una de sus sofás y lo arrojó por la ventana. Tenía que hacer algo, algo que nadie pudiera detener. Él ahora tenía todo el poder, si era distinto a los demás ¿Por qué no hacer mejor que todos fueran iguales? Ellos, los Ángeles, tenían mejores cualidades que los seres humanos ¿Por qué dejarse, entonces aplastar por ellos? Había que quitarlo entonces de la faz de la tierra.
   Abel pensó que eso era una tarea que dependía de él, que tenía el poder de desaparecer a los humanos de la faz de la tierra y borrar para siempre su huella del mundo, crearía un mundo de Ángeles, pero en ese momento pensó ¿Qué hacer con aquellos que sí aceptan a los “Distintos”? Para construir un imperio era necesario realizar algunos sacrificios.
   Parecía ser la respuesta por demás sencilla, matar gente inocente, era detestable, pero la gente inocente parecía estar en el mundo únicamente para ser asesinada. Matar humanos ¿de qué modo podría matar a los humanos en grandes masas? La gente siempre buscaba el pretexto perfecto para matarse entre sí, no importaba cual fuera la causa.
   Abel se encontró con el primer problema de su plan, no tenía manera de juntar multitudes de gente, pero entonces volvió a ver el Enkeli Times en el suelo que decía “Policía antidisturbios logra mantener el orden”

Ángeles Parte II

Abel se despertaba, eran la una de la tarde, justo a la hora para ir por los resultados de sus análisis, se vistió rápido y salió corriendo del hotel. Sudaba de manera nerviosa, y empezó a sentir otra vez como si su sangre se le envenenara, se tranquilizó, y sintió de nuevo alivio, se concentró mejor en caminar al consultorio de su médico de cabecera.
   Llegó, todavía había tres pacientes antes de él, esperando los servicios del doctor, la puerta de la oficina se abrió, un niño salió con una gran venda que iba de su barbilla a la coronilla y daba varias vueltas, llevaba además una “lámpara” en el cuello, y su mamá llevaba una cara de comprensión y miedo y estaba acariciando los hombros de su hijo. El doctor salió sonriente y al ver a Abel en la sala de espera se puso muy serio.
   Lo que faltaba, que el doctor que la tarde pasada mostraba una gran confianza y que no se inmutó al ver sangre azul, ahora te dirigiera una mirada que decía “ahí está otra vez ese fenómeno”, lo que hizo que Abel se sintiera todavía más incomodo, todo aquello era demás irónico, el paciente que acababa de entrar estaba tan hinchado de sus cachetes que parecía pera, una señora embarazada y con una grandes ojeras era la siguiente y un niño vestido de futbolista con un sangrado en la nariz imparable y varios raspones y moretones en el cuerpo que iba acompañado de su madre; todos se veían súper enfermos, Abel por el contrario no tenía ningún rasgo patogénico que fuera visible a la vista y sin embargo estaba más enfermo que ellos, de eso era de lo único que estaba seguro en ese momento, el tiempo se le hizo eterno para él.
   El hinchado salió, tardó solo quince minutos y a Abel le pareció una hora entera, entró la mujer embarazada, que sólo tardó unos cinco minutos y a Abel sintió que tardó más que el hinchado, por fin pasaron el niño que sangraba, ese niño sí tardo tiempo, salió con una especie de manguera colocada a su nariz y que se metía por su ropa, llegaba a quien sabe donde, además de que estaba vendado y con muchas curitas. Por fin era el turno de Abel que ya estaba perdiendo la paciencia, el doctor se resignó a atenderlo.
– Bien, doctor- dijo Abel – ¿Cómo me ve?
– Pues… los hematólogos están impresionados- contestó el doctor
– ¿Cómo dice?
– Lo que tienes, bien lo debes saber, es anemia
– Sí, eso ya lo sabemos
– Pues… digamos que no es por falta de hierro, al darte la vitaminas mejoraste, era porque las vitaminas tenían cobre
– Ajá
– Los seres humanos tenemos hemoglobina la que se mezcla con hierro y lleva oxigeno al cuerpo, lo que nosotros conocemos como: Sangre
– Ajá
– Pues… tu sangre tiene Hemocianina
– Y eso ¿Qué es?
– Cumple exactamente la misma función que la hemoglobina, solo que no necesita de hierro sino de cobre y también al entrar en contacto con el oxigeno se vuelve color azul
– Dios mío, debe reportar este caso, es único
– Lo hice, pensando lo mismo que era único, pero no lo es
– ¿No?
– No, tienes un mal genético conocido vulgarmente como “Síndrome del Ángel”
– ¿Esto existe en otros países?
– No se han reportado los casos suficientes como para proponerlo un problema médico, únicamente ha habido diez casos en la historia de la medicina, además parece afectar solamente a los hombres
– Dígame ¿Qué tiene de especial mi condición?
– El cuerpo humano muere debido a las toxinas acumuladas en su cuerpo con el paso del tiempo
– Eso lo sé
– Tu cuerpo muere más rápido a causa de estas toxinas, además, la sangre del humano común se envenena con la furia, el estrés, el miedo y todas esas sensaciones
– También lo sé
– Pues todo eso envenena más peligrosamente tu sangre. La hemocianina es un potente disparador inmunológico, lo que quiere decir que tus defensas en cualquier ámbito están al máximo
– ¿Qué quiere decir?
– ¿Te ha dado varicela?
– No
– ¿Paperas?
– No
– Te has contagiado siquiera alguna vez en tu vida de gripa o tos
– No
– He ahí la respuesta a tus dudas
– ¿Qué debo hacer doctor?
– Yo te recomiendo… una dieta rica en cobre, no muchos alimentos lo contienen, también te daré unas pastillas que ayudan a la absorción del cobre en tu cuerpo- escribió una receta y se la entregó a Abel
– Gracias doctor
– Ah, una última cosa
– Sí, dígame
– La vida del ser humano es en promedio de setenta y cinco años, la tuya se ve reducida a cincuenta, cuídate mucho.
   Abel no tenía manera de imaginar que su condición fuera tal, era simplemente el destino o la suerte que juega con los seres humanos cuando el tiempo se hace tan monótono que así lo requiere, era simplemente aquello que una persona solo consuela con decir “te tocó”, ni modo, debía de haber un modo de seguir adelante. Mal genético en los varones, eso significaba que él solo podría tener hijas en caso de casarse, pero ¿Qué haría si tenía un hijo? Era sin duda como tener SIDA, no, esto era mucho peor. Camino al hotel la gente se le quedaba viendo y comentaba cosas, que él era capaz de escuchar
– Mira… dicen que es un ángel.
– ¿Un qué?
   Los comentarios iban y venían y él empezaba a sentir odio, odio por toda la gente que se sentía normal y por ese simple hecho de sentía con la total libertad de aplastar y hacer sentir menos a todo aquel que por alguna condición por minúscula que fuera no lo era. Ese odio empezó a envenenar su sangre, sentía como si una serpiente le hubiera mordido, pero esta vez asimiló este veneno, disfrutó del veneno, gozo del veneno. Era porque el odio no era solamente un sentimiento sino que era también un estilo de vida, por fin una noticia buena en toda la desilusión que se había llevado. Por fin algo que su maldita sangre podía asimilar, la furia, furia contra todo aquel que se atreviera a ponerle una etiqueta en la frente de “fenómeno”.
   Abel sabía que desde entonces su vida no sería la misma, comer estupideces, la gente no sabía como pero se había enterado hasta de los detalles de su extraña enfermedad, maldita gente.
   Al día siguiente, Abel fue al supermercado como de costumbre para realizar sus compras, era su costumbre. No se metió con nadie, con nadie se llevaba mal pero de pronto parecía que todos le odiaran: pasaba a su lado pero se quitaban con desprecio, unos hasta con burla, le miraban y murmuraban. Abel empezó a sentir nuevamente placer en el veneno que descomponía su sangre, era como meterse una poderosa droga, solo que las drogas cuestan miles de pesos por dosis, y este narcótico era producido por el cuerpo de Abel y en cantidad ilimitada, la cantidad que él quisiera.
   Abel entró en el pasillo de tlapalería, buscaba un foco ahorrador para su baño, y un sujeto mal encarado se le quedó viendo, haciendo gala de su hombría, el tipo lo empujo con el hombro y por poco hizo caer a Abel, quien se retiró de la escena, a la salida del pasillo una señora pasó con su carrito de súper y por poco le dio un empujón, lo miró con grosería y camino orgullosa
– Sigan, idiotas- dijo Abel para sí mismo – y pagarán las terribles consecuencias-. Ya para entonces su sangre se encontraba totalmente contaminada por odio, odio al ser humano, que siempre se creía superior. Fue a los embutidos, buscó por entre las latas y tomo una lata de crema de elote, leyó la etiqueta para ver cuanto cobre contenía, otra vez el tipo alto llegó y le tiró la lata de la mano
– No me moleste- dijo Abel
– ¿O qué?- los anaqueles fueron cayendo de uno en uno, y sobre uno de ellos estaba el tipo alto, estaba muerto, su tórax se encontraba hundido debido al fuerte cabezazo proporcionado por Abel, quien sangraba de la frente con rapidez. La gente comenzó a juntarse alrededor, Abel volvió a enfurecer, tomó a una señora por el brazo y se lo dislocó, luego le dio una patada en la espalda que la arrojó hasta el otro pasillo.
   Eso era, eso se disfrutaba, la violencia igual narcotizaba la sangre de Abel, había cierto placer en hacer el mal que lo volvía loco, lo hacía sentirse bien, lo hacía sentirse con todo el poder sobre las cosas, lo hacía sentirse peor de lo que era, pues qué podía ser peor que ser un Ángel: Nada, lo mejor de ahora en adelante sería seguir caminando a ciegas tirando golpes por doquier y esperar así salir algún día del profundo y oscuro túnel en el que una vez cayó y del que no esperaba alguna vez salir.

Cain estaba en el consultorio del doctor de Enkeli City, no esperaba buenas noticias, él siempre estaba dispuesto a no esperar buenas noticias, eso lo convertía en una persona fuerte, al poco tiempo llegó el doctor con los resultados
   Mira, Caín, lo que te hemos detectado es una enfermedad llamada neutropenia, lo que te hace propenso a infecciones, no es nada alarmante, lo hemos descubierto a tiempo y es cien por ciento curable
– Uf, qué bueno doctor, empezaba a creer lo peor
– ¿Qué tu vida se acercaba a su fin?
– Sí, usted, con mi condición…
– Te entiendo, Caín, esta enfermedad se debe a tu condición, necesitas consumir cobre, nada más, no hará más corta tu vida, a lo mejor más larga y más placentera
– Muchas gracias doctor- Caín salió del consultorio con un peso quitado de encima, se sentía raramente aliviado, decidió repasar la lista de alimentos que el doctor le dio, no parecía difícil, de hecho no era nada fuera de este mundo.
   Aún así, Caín todavía se sentía inquieto por dentro, sentía una especie de lástima o de compasión, estaba pensando en que hubiera sido prudente contarle a su hermano gemelo Abel, así ambos podrían atenderse oportunamente. Pero no había modo de contactarlo, Abel sencillamente había desaparecido de la vida de Caín, eso precisamente era lo que remordía a su hermano, no tenerlo cerca para mantenerlo informado, ¿qué pasaría si Abel no se enteraba? No mejor ni pensar en eso, a lo mejor Abel igual empezaba a sentir mejor e iba al médico y éste le decía lo que tenía que hacer, sí, eso era.
   Caín llegó a su casa con muchas bolsas de supermercado, se sentó en la sala y se dispuso a ver las noticias: ocurrió una agresión en un supermercado de la Ciudad de México, varios anaqueles cayeron en una riña, donde la victima resultó muerta y una mujer herida, aún así, nadie da testimonio de quien es el agresor.
   Pura violencia, no había nada más en la televisión que cosas malas como esa, Caín la apagó y mejor llamó a la persona más especial para él: Elizabeth, quien dadas las circunstancias del pueblo se había convertido en policía antidisturbios de la Ciudad de México. Ella era la única persona en la tierra, aparte de su doctor, que conocía la condición de Caín, eso la había enamorado aún más de él.
   Caín estaba enamorado de Elizabeth y Elizabeth estaba enamorada de Caín, ambos sabían que uno estaba enamorado del otro, solo ellos sabían por qué no se declaraban, tal vez no había necesidad de hacerlo: yo te gusto tú me gustas, nos gustamos, seamos pareja. La relación de Caín con Elizabeth era un sentimiento reciproco de dar y recibir, ambos guardaban secretos que les ayudaba a entregarse uno al otro de manera responsable, amor verdadera, un gusto por discernir lo que la afectividad pedía, sentir bonito cuando estaba con tal persona. Por eso Caín decidió hablarle.
   La muchacha contestó, su voz no era aguda ni dulce, era un poco grave y hasta con falta de tono, pero escucharla hacía que la piel de Caín se volviera chinita.
   Elizabeth era una muchacha medio morenita, no mucho, sólo para darle color, no estaba muy bien dotada, pero eso no le importaba a Caín, lo que él miraba era su rostro, Elizabeth tenía los ojos grandes pero rasgados, como una japonesa, no tanto, además de que su rostro era fino y su boca delgada. Una palabra para describirla: Bonita. Ella tenía sus hermanos mayores y una hermana igual mayor que ella, motivo por el cual aprendió a defenderse de los hombres, así coma a estar rodeada de ellos, por ello, la compañía de Caín le resultaba por demás agradable. La niña era una verdadera cabeza dura, no entendía las matemáticas y de las demás materias solo retenía un poco, pero era bastante graciosa, los deportes no le gustaban y se sentaba con sus amigas, igual que ella, solo que ella tenía cerebro, cubierto de una fuerte coraza, pero sus amistades tenían plástico en la cabeza y solo pensaban en una cosa: hombres, pero ya de hombres Elizabeth tenía suficiente.
   En una de esas, en la clase de educación física Elizabeth vio que Caín iba detrás del salón de computación, así que lo siguió, lo vio sentado con la frente apoyada en la rodillas
– Hola- saludó rápidamente Elizabeth y se sentó junto a él en la misma posición
– Hola- contestó Caín con lentitud y aburrimiento
– ¿Qué tienes?
– Estoy aburrido
– Charlemos, eres el más callado del salón, no eres como tu gemelo, cuéntame algo, te sientas delante de mí y nunca decimos nada… cuéntame
– Bueno pues…- a partir de ahí, Caín habló de tantas cosas acerca de un solo tema que hizo que Elizabeth se maravillara, ella lo había hablar pero al parecer no quería y no podría hacerlo callar.
   En las horas de clase, al día siguiente, Elizabeth preguntaba lo que no entendía a Caín, él le contestaba. En la clase de matemáticas, a la hora de hacer el trabajo en parejas Caín volteaba la butaca hacia atrás y queda con su nueva amiga, juntos resolvían la actividad con gran velocidad, eran un equipo dinámico, Caín resolvía y si había alguna duda o no habían quedado convencidos del resultado era Elizabeth quien se levantaba y preguntaba al profesor, él decía y continuaban el trabajo.
   A la hora del recreo ella se sentaba junta a él, compartían su dinero, comían frituras juntos. Regresando del recreo, ella le picaba las costillas y le hacía cosquillas en la nuca con un lápiz. Así su amistad se fue fortaleciendo hasta convertirse en algo que los demás llamaban noviazgo, pero según ellos no había nada de eso, de ser así ellos dos no habrían seguido en contacto después de la escuela y e la preparatoria, ahora, él era un filosofo escritor de ensayos y ella un policía antidisturbios, una pareja dispareja sin duda, pero muy unida.
   En fin, escuchar la voz de la muchacha al otro lado del auricular le dio tranquilidad a Caín, y una gran alegría a Elizabeth, estuvieron charlando por horas, hasta que llegó el momento de colgar. Era ya tarde, Caín no había terminado sus deberes, que eran revisar su ensayo y mandarlo al periódico para que lo publicaran, no sabía si la gente lo leía o no, pero trescientos pesos al día por entregar el ensayo y una parte de las ventas del tiraje eran buenas, sobre todo porque desde que Caín entró en esa sección del periódico éste se vendió mucho más el Enkeli Times se vendía bien. Además, Caín era pagado con mil quinientos pesos diarios en la oficina, una paga envidiable por cualquiera.
   Pero en ese momento, Caín tenía una crisis creativa ¿de qué podría hablar que verdaderamente valiera la pena? En ese momento volvió a pensar en su condición, se le ocurrió una idea, hablaría del mal trato a las personas “distintas”. Empezó escribiendo acerca de las personas con VIH. Así estuvo toda la noche, en la mañana lo enviaría al periódico. Caín tenía un pensamiento critico bastante amplio, primero exponía su tema y lo explicaba hasta los últimos detalles, después, lo analizaba como problema y este era el punto fuerte de sus artículos, los veía desde el ámbito moral, social, ético, religioso, científico y al final exponía una conclusión satisfactoria en cuanto a todos los argumentos antes dados. Su trabajo convencía al editor del periódico, quien sabía que entre su equipo había un verdadero genio.

Ángeles Parte I

Caminaba sin rumbo fijo, herido, sangrante, con la garganta seca de tanto respirar por la boca, pero soportando la tortura, ya que respirar por la nariz sería el equivalente a un suicidio, el rastro húmedo que dejaba gota a gota de color azul era la señal más propicia de sus seguidores. Sus manos todavía tenían gotas rojas de gente asesinada esa misma tarde por sus manos, sus ojos estaban perdidos, llenos de desilusión, parecía que ese era el fin de lo que jamás tuvo inicio, los boquetes abiertos en su pecho lanzaban sangre a chorros cada vez que tosía debido a la resequedad de la boca.
   Lo que manaba de su cuerpo no era sangre, si acaso podría ser su equivalente, no era roja como la de toda la gente, era de color azul, aún así, formaba costras azuladas en las heridas no tan profundas, como en los arañazos de su rostro por ejemplo, era un joven muy atractivo, claro que ahora toda la vitalidad de su juventud estaba escapando en sacar fuerzas para no caer desmayado en cualquier momento, poco a poco el aire comenzó también a matarlo un aire lleno de humo, sencillamente no podía perder más el tiempo, tenía que ir a las montañas o morir en el intento.
   La gente se le quedaba mirando estupefacta, es obvio que uno sienta temor al ver algo como eso, era… era… un joven, herido, que sangraba de color azul, que parecía ahogarse al no poder respirar, dejando un rastro sanguinolento y cargando una niña de unos cinco años proporcionalmente igual de herida que él, pero ella ya había perdido el conocimiento, en su cara se veía el agotamiento de su cuerpo por luchar contra sus heridas y retener la vida, tan joven, tan tempranamente atentada.
   El muchacho se veía lastimosamente obligado a cargar a la niña con su brazo izquierdo, el derecho estaba dislocado y roto del cubito y el radio, además, su mano izquierda no estaba del todo bien que digamos, ya que todas sus falanges se encontraban dislocadas, además su bíceps le dolía de cargar tanto a la niña.
   La gente veía claramente como su andar era constante, sin embargo, no siempre llevó esa velocidad, salió corriendo junto con la niña, que era lo más seguro; pero al parecer se metieron por ramajes y cloacas, terrenos rocosos, y recibieron unos cuantos balazos, antes de seguir corriendo, al parecer fue ahí cuando la niña perdió el conocimiento y el muchacho tuvo que cargarla, y siguió un terreno montañoso, en los que el muchacho se hizo todas sus lesiones óseas y la niña se metió igual unos cuantos golpes, pero ella no tenía nada roto; bueno, estaría desnucada pero en su lugar fue el joven quien se dislocó todos sus dedos de todas sus falanges.
   ¿Alguien se ha puesto ha pensar porqué la gente no se ha atrevido a darle ayuda? La indiferencia es una de las cualidades más grandes del ser humano, como todos lo sabemos, todo esto provocó que toda la gente que andaba en la banqueta simplemente se hiciera a un lado, con temor, con asco o incluso con odio. Gracias a Dios, los montes que estaban al finalizar la ciudad estaban cerca, había un largo sendero de carretera saliendo de la ciudad, medía como cuarenta kilómetros, los cuales el muchacho pensó en que jamás los sortearía, más que como lo dijo lo hizo, se encontró en una casita humilde ya adentrándose en las montañas, ya para entonces se había desatado la lluvia, la cual borró el rastro de sangre e hizo que los perseguidores del joven, unos hombres vestidos de manera extraña, dejaran de perseguirlos.

Caín estaba sentado en el patio de la escuela, recortaba unas flores, luego se las llevó a una jovencita que el niño estaba acortejando, Caín tenía catorce años y estaba cursando el tercer grado de la secundaria, además de estaba enamorando a una linda muchacha llamada Elizabeth.
   Abel por otro lado, hermano de Caín, estaba con su grupito de amigos, quienes lo tenían por líder, platicaban de muchas cosas, la mayoría de ellas sin sentido y disfrutaban de los alimentos en el receso, sencillo, sin meterse en problemas.
   Caín miraba fijamente como Elizabeth contemplaba la flor, se sentía como flotando de estar a su lado y de saber que la mirada de la joven en la mayoría de las ocasiones se dirigía a él, todo esto le alegraba el alma, se sentía puro, lleno de vida, ligero sobre todo, ese sentimiento hacía que su sangre se limpiara, ni siquiera él sabía que onda con su condición, solo sabía que cuando se enojaba o sentía celos por Elizabeth se sentía como envenenado, y cuando estaba haciendo deporte o se sentía feliz como en ese momento, sentía como si su cuerpo se purificara de algo.

El noticiero lo veían todas las personas de Enkeli[1] City era un lugar donde todas las personas hacían lo mismo, ese estilo de vida era bastante cómodo de seguir, puesto que daba tranquilidad a la vida. El noticiero Enkeli News se transmitía a las ocho de la mañana, a las tres de la tarde y las ocho de la noche, el periódico Enkeli Times se repartía a las siete, la gente regaba sus jardines, paseaba en bicicleta, tenía un pequeño picnic en el jardín y llevaba un estilo de vida tranquilo y un poco rutinario y ninguna búsqueda de nuevas emociones, solo el gusto por lo cotidiano; lamentablemente, ese estilo de vida impedía que las personas avanzaran y sobre todo evitaba las cosas nuevas, si algo novedoso entraba a Enkeli City se arriesgaba a dos destinos: que fuera aceptado poco a poco o su destrucción total.
   Algo así pasó con el extraño peregrino que tomó la ciudad como atajo, ya para entonces, dicho asunto estaba en la boca de todas las mujeres con nada que hacer:
– Dicen que su sangre de color azul y que olía a cobre.
– Llevaba una niña en brazos, pobrecita, a lo mejor era un asesino.
– Dicen que tenía una gran fuerza, que de sus ojos lanzaba algo así como “ondas de choque”.
– Que transmitía sus sentimientos a través de los ojos.
– Que tenía orejas y cola de zorro.
   En fin puro chisme. La gente desfiguró cada vez más y más la verdad que llegó a un punto en que fue olvidado, pocas personas que guardaron declaraciones veraces de los hechos lo mencionan de vez en cuando, en fin, el forastero herido de sangre azul era un tema que no se volvería a tocar en mucho tiempo.
   Precisamente, por todas estas características en Enkeli City, Caín se vio atraído a ir al principio era un forastero en la calle, la gente le lanzaba ciertas miradas, algunas inofensivas que solo buscaban inspeccionarlo y otras bastante agresivas, pero Caín no los tomó en cuenta, tenía veinticinco años, estaba en buena forma, había conseguido un trabajo en una de las oficinas del lugar que ofrecía un sueldo más que suficiente para quien vive solo y además tenía una casa, que él había comprado tras haber ahorrado desde que inició la secundaria, una vida como la de la mayoría de las personas que habitaban dicha ciudad, con el tiempo ver y a lo mejor saludar a Caín se volvería parte de su rutina y de la rutina de las personas y terminarían por aceptarlo.

Abel estaba en el consultorio del médico, esta era como su quinta visita en la semana, el tema era el mismo: su sangre y aunque se había negado miles de veces, por fin el doctor lo pudo convencer de que se dejara sacar un poco de sangre para poder hacerse unos análisis clínicos.
   Abel estaba totalmente en contra de dejarse sacar sangre, pero las enfermedades que sufría eran al parecer por falta de nutrientes en la sangre ¿Cuál era ese nutriente? No lo sabía, el doctor intentó darle hierro pero Abel volvió con una tenue cirrosis, vitamina K y regresó lleno de moretones, vitaminas y al parecer mejoró, pero su anemia no se resolvería con esas vitaminas, bueno sí pero con cuál de ellas, el análisis lo diría.
   El doctor tomó la aguja y preparó el brazo de Abel, le dio unas palmadas y sus venas saltaron, después de eso introdujo lentamente la aguja, el doctor era un profesional, Abel prácticamente no sintió dolor, pero sintió un terrible escalofrió que le recorría la espina al ver la sangre fluir y almacenarse en la ampolleta, sabía que la sangre en grandes cantidades se veía negra, pero esa era de color azul, esa sangre… su sangre, con nervios en la voz le preguntó al doctor.
– ¿Eso es normal?
– No- dijo el doctor con serenidad – pero tampoco me preocupo, no es el color de tu sangre la enfermedad, sino ya estarías muerto.
– Entonces ¿qué es?
– Eso nos lo dirá el resultado del laboratorio, ven mañana por él.
   Esa noche, Abel no pudo conciliar el sueño, esperó y esperó horas sentado mirando su reloj como un loco, esperando a que fuera hora para ir al médico. Las horas pasaron y Abel empezó a sentir la necesidad de dormir, pero intentó seguir despierto, ya para las tres de la madrugada empezó a sentirse como si lo hubieran envenenado, tenía fiebre y estaba sudando frío, además de que temblaba, sentía el cuerpo horriblemente cortado, y todo junto lo hizo tumbarse en la cama y comenzar a relajarse, en ese momento sintió como su sangre empezaba a purificarse, y empezó a sentirse nuevamente bien.

La niña regresaba de comprar las tortillas, era de cinco años, bastante inocente todavía, era siempre observada por Gabriel, un muchacho que vivía cerca del pueblo, en una casa entre los montes.
   Al otro lado de dicho pueblo, atravesando los montes se encontraba la carretera que iba a Enkeli City. Pero nadie del pueblo la usaba, todos vivían contentos en ese lugar.
   Gabriel había perdido a sus padres, más bien sus padres se “libraron” de él, lo dejaron botado al ver que no era normal por tener sangre de color azul. Una señora del pueblo lo recogió y lo educó como a su hijo, hasta que la señora murió, dejando al muchacho con dieciocho años pero sin conocimiento en algún oficio, motivo por el cual se pasaba la vida haciendo mandados, iba por todo el pueblo montado en su bicicleta buscando a quien ayudar, de propina recibía cinco o diez pesos por lo menos, el caso que en un día recibía suficiente para comer solo lo necesario y lo que quedara guardarlo y ahorrarlo. Gabriel era popular en el pueblo por ser un buen muchacho, no iba mal vestido y siempre estaba aseado, se bañaba en el río junto con los otros jóvenes con quienes se divertía jugando.
   Fue en uno de sus mandados que vio a Estefanía, la niña de cinco años que siempre iba por las tortillas, a partir de ese momento, todos los días esperaba a un lado de la tortillería únicamente para verla pasar comprar un kilo e irse de ahí.
   Estefanía de padres que no tenían mucho dinero, pero que tampoco les faltaba, era la menor de tres hijos, sus dos hermanos mayores y el padre mandaban en la casa, la esposa obedecía al padre y la hija menor a los hermanos. La familia funcionaba, no había problemas económicos ni escolares, eran gente de bien que cumplían con sus obligaciones morales, que nunca lastimaría a nadie ni cometería un delito, así era la demás gente del pueblo que vivía ahí: buena, sencilla y muy noble.
   Fue una mañana, en la que Gabriel estaba en otro de sus mandados, que encontró a Estefanía llorando a la entrada de la panadería, cargaba una bolsa de papel revolución con cinco baguettes cuyas puntas asomaban por la bolsa, la niña tenía los puños cerrados y con los nudillos se quitaba las lagrimas, la gente que pasaba se le quedaba mirando con extrañeza y muchas le acariciaban la cabeza. Fue Gabriel quien se acercó y le pregunto:
– ¿Qué te pasa, niña que llora?
– Es que…- contestó la niña subiendo el moco – mi mamá- y cortando el aire – me mandó por el pan… y me perdí- estalló en llanto nuevamente.
– No te preocupes, niña que llora- contestó Gabriel, su voz sonaba armoniosa y bastante consoladora – yo te ayudaré a volver a tu casa- Gabriel no sabía donde vivía la niña, pero pensó en un lugar donde la niña se pudiera ubicar: la tortillería, claro estaba, Gabriel tomó a la niña y la colocó en la canasta de su bicicleta, la niña aferró contra su pecho la bolsa de pan que medía poco menos que ella y Gabriel pedaleó hasta la tortillería; una vez ahí, la niña le fue dando instrucciones para llegar a su casa, al cabo de unos cinco minutos ya estaban ahí, el muchacho llegaba a la niña sobre sus hombros quien no soltaba la bolsa con el pan. El joven tocó la puerta y en seguida abrió la madre de la muchacha.
– ¿Dónde estabas?- preguntó la madre con angustia y cariño en la voz – estaba preocupada.
– Me perdí pero mi amigo de la bicicleta me trajo a casa- la señor volteó a ver a Gabriel quien estaba feliz.
– Muchas gracias, Gabriel- dijo la señora – ¿quieres… desayunar algo?
– No… no señora yo…- contestó Gabriel.
– Sí, quédate y te enseño mis juguetes- interrumpió Estefanía
– Bueno… supongo que no me haría daño.
   La mesa ya estaba preparada, era de madera sin mantel, las sillas eran de plástico y las cinco estaban acomodadas en tres lados de la mesa, el cuarto estaba pegado a la pared, la señora separó la mesa de la pared para poner una sexta silla que estaba en la sala y que Gabriel se sentara a comer, Estefanía tomó la silla y se sentó a su lado, de manera graciosa partió a la mitad su pan y le ofreció a Gabriel.
– Gracias, niña que llora- contestó el muchacho y remojó su pan en el chocolate caliente que le sirvieron. Estefanía imitó sus movimientos y terminó muy rápido de desayunar, luego se levantó de un brincó y jaló a Gabriel de la mano.
– Ven, quiero enseñarte mis juguetes- dijo la niña emocionada jaloneando a Gabriel y provocando que por poco se ahogara
– Deja que el muchacho coma- dijo la señora
– No se preocupe señora- Estefanía lo jaló – estuvo muy rico, adiós- subió casi con la boca las escalera y entró al cuarto de Estefanía.
Era muy sencillo, había una cama, abajo había un huacal con juguetes y otro con más cobijas, había un ropero con ropa arriba del ropero una caja de cartón, donde se asomaba la cabellera y brazos de variadas muñecas, la niña subió al carril que hacía que las puertas se corrieran, pero no alcanzó la caja, Gabriel le ayudó: con solo estirar el brazo alcanzó la caja y la puso en el suelo, Estefanía se admiró más de su nuevo amigo. La niña hurgó graciosamente en la caja y sacó una muñeca chata de trapo
– Esta de aquí se llama Fulanita- se la dio a Gabriel – esta se llama Josefina- era una barbie con la ropa un poco sucia – esta se llama como yo: Estefanía, es mi favorita- era una muñeca de trapo, como la otra, tejida de manera artesanal totalmente a mano, representaba a la Adelita y medía lo doble de la mano de Estefanía, muy bonita por cierto.
Pasaron las horas y llegó la noche, los dos amigos seguían jugando cuando entró la madre.
– Gabriel, es muy noche, debes ir a dormir- dijo amablemente la señora.
– Sí señora, lo olvidé- se levantó y se dirigió a la puerta de salida, pero lo alcanzó Estefanía.
– Espera- le dijo – ten- estiró ambos brazos y llevaba la muñeca de trapo en las manos.
– Pero… es tu favorita- dijo Gabriel.
– No importa, te la regalo, vienes mañana con ella para jugar- Gabriel se agachó y se puso en cuclillas para tomar la muñeca pero la niña la quitó y le dio un beso en la mejilla, después le dio la muñeca y se sonrojó, al igual que Gabriel
– Bueno, adiós- dijo Estefanía, Gabriel no contestó nada, se llevó la mano a la mejilla con mirada de “no lo puedo creer” subió a su bicicleta y se fue.
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[1] Enkeli: “Ángel” en Finlandés

Ángeles Portada


José María Reyes Cabañas Presenta:
Ángeles


Esta obra relata el dolor, sufrimiento y miseria que provoca la inaceptación y la
gran alegría y felicidad que se obtiene venciéndola.
Ellos han nacido con Hemocianina en la sangre, un componen
te que los hace tener sangre azul y mucha precaución con lo sienten. Son humanos pero se les ha llamado: Angeles
Gabriel es un Ángel, joven de buenos sentimientos que ha de ser guardián de una niña, aunque esto le cuesta la salud, y lo inútiles que son los esfuerzos de la niña por tratar de hacerlo recuperarse.
Caín y Abel son Ángeles, gemelos, sin embargo, Caín lleva una vida normal sin ningún problema, Abel creará caos para extinguir a una raza que no lo acepta.
Gabriel ha de recuperarse, sólo un poco para llevar a la niña a casa de sus padres antes de morir.
Caín deberá hacer frente a los planes de Abel y ponerle un alto.
Sin embargo, los distintos tipos de pensamiento y la inaceptación de la gente son los verdaderos obstáculos que Caín y Gabriel deben derrotar si quieren lograr sus objetivos

Herejía y Fe*

Quisieron hacerme creer que no te merecía; todo el mundo estaba de acuerdo, menos yo.   Quisieron hacerme sentir que no merecía tu cariño y ...