Elizabeth se encontraba en el cuartel, discutiendo de tonterías con sus compañeros de trabajo, cuando una alerta les llegó a las oficinas, un motín de gente marchaba hacia el centro de la ciudad. Los oficiales se pusieron los uniformes, Elizabeth se colocó su casco, el traje antibalas y tomo el escudo, varios vestidos como ella llegaron al lugar del descontrol, para hacer frente a la marcha que al parecer se estaba volviendo violenta.
Los oficiales con escudo hicieron diez filas, detrás de ellos estaban los granaderos con los rifles que lanzaban latas de gas lacrimógeno, tasers de larga distancia y balas de goma y detrás de ellos, que eran como doscientos hombres, iban dos tanques que lanzaban agua a presión.
Elizabeth se puso nerviosa, el disturbio era demasiado grande, además, no se trataba de una sola marcha, eran varias, homosexuales, maestros, tribus urbanas, trabajadores, eran mínimo veinte marchas distintas que se habían juntado y se dirigían al centro de la ciudad, pero en su camino iban no solo reclutando más gente, sino que iban rompiendo vidrios y volcando carros, sembrando caos y destrucción a su paso.
¿No les parece impresionante lo que un poco de descontrol puede ofrecer? Toda es agente estaba ahí por una causa que consideraba noble, pero con uno que haya infectado al grupo se encontraron sembrando el terror de manera estúpida y sobretodo peligrosa para las personas que ni siquiera conocían.
Elizabeth tomó el megáfono y gritó:
– Es la policía antidisturbios, por favor, deténganse y regresen a sus casas- una pedrada en su casco hizo que soltara el megáfono, saco su macana del cinturón y dio la señas para avanzar.
Eran alrededor de dos mil personas reunidas ahí, de pronto, uno de los marchantes encendió el cuello de una botella y la arrojó hacia los policías, era un coctel molotov y era el primero de toda una lluvia de ellos. La gente también arrojó palos y piedras, así como uno que otro balazo.
Con una lata de gasolina, los marchantes hicieron una peligrosa barrera de fuego, entre ellos y los oficiales, quienes retrocedieron.
Aparecieron los tanques, que apagaron el fuego y arremetieron contra la gente lanzando su grueso y sofocante chorro con agua. Las personas empezaron a dispersarse entre los edificios, desde lo cuales continuaron la guerra, la gente que iba armada compartió armamento y parque con quienes no llevaban mucho con que defenderse.
Abel se separó de la marcha cuando vio las latas de gas lacrimógeno volar por los aires, con cautela se deslizó al lado de los oficiales, mató a uno y le quitó el uniforme. Tuvo la suerte de matar a aquél que dirigía el armamento. En cuando soltó una bala todos los demás oficiales dispararon las balas de goma, era imposible darle a algo entre todo el gas lacrimógeno.
Las balas reales se cruzaron y los oficiales comenzaron a morir
– Olvídenlo- dijo Abel que seguía fingiendo ser el comandante – usen artillería real- una gran explosión lo sacÓ de duda, uno de los tanques había sido destruido y varias camionetas y patrullas ya ardían en llamas, los oficiales fueron a la camioneta blindada y tomaron metralletas de grueso calibre, ellos sabían que las balas debían ir a la piernas.
No importó, los oficiales con escudo de hierro retrocedían con velocidad ante las balas de los marchantes.
Abel colocaba tres bombas plásticas en el fuego cruzado, sin duda morirían ambos bandos.
La gente era asesinada en montones, la sangre pintaba las calles, los gritos se oían el sonido de las explosiones a lo lejos y cerca del conflicto ensordecían, las personas inocentes, como Abel lo había especulado, era la que había muerto primero.
Hubo un momento de silencio, y una segunda gran explosión, el segundo tanque había sido destruido.
Los policías disparaban a las piernas de los marchantes, los hacían caer al suelo y listo, quedaban fuera de combate, lo que le dio la última oportunidad que esperaban.
Los oficiales con escudo empezaron a avanzar lentamente, protegidos de las balas y del fuego de los molotov por sus trajes.
Del otro lado de la marcha, Abel incitó a los que aún no se arriesgaban, que eran mucho más que los primeros, a avanzar, no lo dudaron mucho y, dándose valor entre todos, avanzaron hacia el batallón de granaderos, la cuenta regresiva de las bombas plásticas estaba activa, Abel no sabía si el tiempo era el suficiente.
Los oficiales se pusieron en sus posiciones y abrieron fuego, las piernas de los marchantes eran heridas, una nueva lluvia de cocteles molotov colmó el cielo. Pero los oficiales no retrocedieron. Por el contrario, avanzaron con mayor rapidez para llegar a ellos lo más pronto posible.
Por fin, estuvieron frente a frente, los golpes y los balazos en el rostro no se dieron esperar, la gente moría y era herida con rapidez.
De pronto el frenesí de caos llegó al éxtasis con el estallido de las tres bombas platicas, todos los marchantes murieron así como casi todos los oficiales.
Elizabeth se levantó con torpeza, estaba muy golpeada pero al parecer ilesa, buscó sobrevivientes, no los encontró, buscó oficiales heridos, únicamente encontró a tres, a dos los ayudó y los recargó sobre una de las camionetas.
A lo lejos, otro batallón de granaderos detenía a unos diez marchantes sobrevivientes a lujo de violencia.
Elizabeth, cada vez más débil, ayudó al tercer oficial herido a levantarse, pero en ese momento, un coctel molotov cayó justo a sus pies, el liquido cayo en su rostro y prendió fuego, los cristales que salieron volando se incrustaron en su cuerpo y en su rostro enterrándose profundamente, los oídos, los ojos, la nariz y la boca de la mujer sangraron debido a la presión que originó la explosión. La muchacha cayó al suelo sin emitir un solo gemido o expresión de dolor, todo su lado izquierdo quedó quemado; azotó y en el impacto también se desnucó, la mitad de su cuerpo ardía y se apagó al poco tiempo, la muchacha quedó quemada exactamente a la mitad, la parte izquierda estaba horriblemente quemada y la derecha conservaba la belleza de la muchacha, quien pensó en Caín justo antes de morir, después cerró los parpados para siempre.
domingo, 19 de junio de 2011
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