martes, 16 de marzo de 2021

La Visita (Relato)

Un destello de luz brillante comienza por tocarme la moral dándome de lleno en la cara; me revuelvo entre mis cobijas sintiendo el sudor empapando mi camiseta y mis pantalones. Meto la mano entre mis huevos dispuesto a estrujarme como un señor, pero recuerdo que tengo visita, mejor dicho, tengo que visitar a alguien, por lo que dejo mi erección palpitar solitaria en mis calzoncillos sin saber si me agradece o se contraría. Me levanto. El repartidor de tortillas pasa por la cerrada a toda la velocidad en su motocicleta, tocando el claxón como un matado. Hace lo mismo diario en las mañanas y en las tardes. El hijo de puta es mi despertador habitual, pero esta mañana le he ganado y en la tarde no estaré para escucharle. Es que hoy tengo visita.
    Es una mañana fría de enero, el sudor se congela haciéndome tiritar y el que tengo en los pies hace difícil caminar en sandalias. Haciendo un sonido fangoso con cada paso salgo al jardín a regar mis plantas, parece que se dan cuenta de quién las riega, les doy los buenos días y una buena rociada de orina, después agua, porque las plantas necesitan mucha agua.
    Regreso a mi habitación, con ganas de mandarle un mensaje para confirmar la hora, pero no me ha contestado los mensajes anteriores y tampoco quiero apilar un montón de recados en su bandeja de entrada como ya lo están mis solicitudes en las empresas. Así que dejo el teléfono en donde suelo dejarlo siempre: en la mesa de noche. Me miro en el espejo, mi cabello enmarañado se esfuerza por crecer sin importarle en qué dirección, mis ojos se ven decaídos por el insomnio, y mi piel toda está lubricada en grasa, una cucaracha podría patinar sin problema sobre mi frente
"qué bigote más asqueroso... me quita el autoestima" 
    pero mi habitación en general ya lo hace. 

La leche está fría, sólo el agua está un poco tibia, me sirvo una poca en una taza, pero no hay café, sólo chocolate en polvo. Mientras espero a que la leche se caliente recibo su mensaje, ha atrasado la visita una hora, pero no le veo mayor problema, mientras pienso qué responder se tira la leche... la poca que queda la completo con el agua que ya se enfrió y terminó el festín con un trozo de pan. Resuelvo a contestarle a la madre de mi hijo "sí, está bien" y pregunto por el humanito. No hay respuesta, nunca responde rápido. A veces ni siquiera responde.
    Aprovecho para escombrar mi habitación, el polvo se ha acumulado en mis libreros y en mis libros... la basura se amontona en la mesa de noche, el tocador y en general cualquier espacio que no sea la papelera. Raspo con una navaja los restos de ceniza que quedan pegados en mi pipa de hierba, vierto el polvo negro en la tapita de una bic, y me lo fumo como un yonqui desesperado.
    Ni bien siento el efecto, conecto el cable auxiliar a mi teléfono y escuchando mi música favorita contemplo el desmadre debajo del cual se encuentra mi habitación. Han pasado diez minutos y doy la segunda fumada, la bocanada que expulso es inmensa, ha sido un buen jale. Lo primero en quedar hecho es la cama, contemplando mi obra bien hecha doy la tercera fumada a mi tapita, estoy debidamente colocado. 
    Me dan las tres de la tarde y el cuarto queda limpio y ordenado, el suelo barrido, el librero bien organizado, no hay un sólo papel fuera de la papelera, ni polvo acumulándose sobre ningún mueble. Ha sido un buen trabajo. Estoy justo a tiempo para quitarme el bajón con una ducha y el monchis en casa de la madre de mi hijo. Hoy visitaré a mi campeón.
    Mientras me ducho pienso si hoy seré el "contesta todo" pues suele preguntarme ¿qué es esto? para que yo se lo diga, aunque él ya lo sepa. Me agrada el humanito porque se pone a charlar conmigo, quizá me enseñe sus juguetes, tal vez me toqué ser un caballito. Por primera vez en el día me siento un poco emocionado. Siento algo.
    El hambre es perra, pero me aguanto. En media hora ya estaré comiendo... Tengo un mensaje en mi teléfono. Me ha postergado la hora de visita otra hora y no me ha contestado el mensaje de mi hijo. De cinco a ocho no es mucho tiempo, pero es en balde reclamar. Mejor un poco que nada.
     Me preparo algo de comer, lo primero que encuentro. Y le marco al dealer para conseguir más yerba. La transacción es rápida, lo veo a unos cien metros de mi casa. Lo saludo, me pasa "eso", yo le doy el dinero y cada quien por su rumbo. La vida se puede hacer tan fácil, pero existe gente que la vuelve tan difícil. Dan las cuatro y alisto mi pipa, la llevaré, estoy seguro de que a ella le encantará.
    Me pongo a pensar que quizá debería dejar de fumar, por mi hijo. Ya sabes, uno como padre siempre se clava en esa basura de querer ser mejor, pero... ¿mejor que quién? ¿que aquellos que no fuman? Madre mía, si sólo hay que ver a tanto psicópata en la calle, tanto asesino, tanto culero y de todos ellos menos de la mitad han llegado a darse un sólo colocón en su vida. Basta con ver a toda la bola de desgraciados comprando café por la mañana, tarde o noche: todos somos unos adictos, unos viciosos.
    Otro mensaje llega... Ya no será. Me ha cancelado la visita. No le ha dado tiempo y ya no podremos vernos. O al menos eso dice y no me queda de otra que creerle. El mensaje que preguntaba por mi hijo se quedó sin contestar. No le reclamo nada, no vuelvo a preguntar nada, todo queda en un mensaje preguntando si mañana sí podré ir a verlo. Nuevamente me toca esperar.
    Hoy tenía visita, mejor dicho: hoy iba a visitar a alguien. Ya no seré el "contesta todo", ni podré charlar con el humanito. Ya no veré juguetes, ni seré caballito. Las pocas ganas de ser mejor se me quitan. Me quedan mi marihuana y mi cuarto que a partir de aquí se comienza a ensuciar, empolvar y llenar de basura. Otra vez el repartidor de tortillas pasa por la cerrada a toda velocidad en su  jodida motocicleta, tocando el claxón como un matado <<¡VETE A LA VERGA, HIJO DE TU PUTA MADRE, CÁLLATE YA!>> Y me fumo mi pipa de marihuana, igual que un yonqui desesperado.



jueves, 11 de marzo de 2021

Adiós (Relato)

Ha sido un día caluroso y lleno de color, pero a esta hora de la tarde las nubes comienzan a ocultar la luz del sol y convierten poco a poco una mañana soleada en una tarde nublosa. Nunca suelo ser puntual pero esta cita para vernos es importante y llego a tiempo al parque donde nos hemos citado.
    No recordaba el parque así, estuve aquí hace muchos años, él era quien me traía. Había una banca a la mitad del parque, me parece recordar, en todo el perímetro reinan frondosos árboles y a la sombra de uno de ellos se encuentra un puesto de artesanías cuyo mantel se agita con el viento.
    Ahora lo veo, está sentado en la banca en medio del parque, la tarde es bochornosa pero él ha insistido en ponerse traje - él y sus trajes- pienso mientras sonrío y me acerco. Seguramente se sorprenderá al verme porque los años me han cambiado bastante, mientras él sigue tal cual lo recuerdo.
    No es un hombre alto, es más bien un poco chaparro, robusto, con barba de la cual asoman indiscretas unas canas, lo mismo en sus cabellos que si no fueran tan oscuros no delatarían tanto esos brotes blancos que lo hacen ver tan guapo para mí, acortando la distancia aprecio sus grandes ojos, su cabello chino, su piel morena. Se desarruga el traje al levantarse y antes de ponerse a caminar para estirar las piernas revisa sus zapatos pulcramente boleados; esta nervioso, se le nota, él siempre supo ser y se ve graciosísimo un hombre de su edad consultando el reloj a cada rato inquieto como un adolescente.
    No me ha visto aún, pícaramente rodeo el parque asaltada por la emoción, ya es hora y él lo sabe, por eso voltea a todos lados y consulta su reloj. De repente se acuerda que no ha mirado hacia atrás y entonces voltea.
    Se le nota sorprendido, pues ve a una Alicia muy guapa, delgada y preciosa bajo el vestido entallado color rojo, nota mi collar y aprecia mi pálido cuello que eleva de manera soberbia mi cabeza; me he puesto el reloj caro que le da presencia a mis delgados brazos y sube la mirada que delata su admiración al ver mi largo y ondulado cabello castaño que no sabe disimular mi blanca piel.
    Caminamos uno hacia el otro, encontrándonos en la reja, Adrián permanece en shock y se queda ahí de pie admirando mi belleza... admirando a su bella Alicia. Nuestras sonrisas se convierten en muecas ridículas intentando retener el llanto tan odiosamente inevitable en momentos como este; pongo mi mano izquierda a la altura de su rostro sobre la malla ciclonica queriendo tocarlo y por fin asoma de su ojo derecho una lágrima que recorre su gruesa mejilla, yo bajo la mirada conteniendo el llanto, siento de momento la mano de él junto a la mía a través de la reja. Solía tener un anillo en el anular de esa mano, ha desaparecido.
    Levanto la mirada y lo veo
- Hola- me río y acomodo mi cabello, él me sonríe y me observa.
- Qué placer volver a verte.
    Qué placer volver a oír su voz. Dejo caer mi cabeza hacia la izquierda.
- Lo sé, han pasado tantos años desde... - No me entero de si me escuchó o no, una nube barrunta estridentemente la cercanía de la tormenta, siento un poco de miedo y seco unas lágrimas con disimulo aprovechando que Adrián ha volteado a ver la nube. No engaño a nadie y me ve con tristeza.
- Sabes que no quise lastimarte así - me hiere la culpa que carga su voz. - Lo quiso la vida y yo no pude hacer nada.
    Dice la verdad, él nunca me mintió. Lo veo con tanta nostalgia, me tiemblan los labios, me gana el llanto.
- Ya lo sé... - le digo entre sollozos - Y no te reprocho nada ni te reclamo nada ¡Sólo me hubiera gustado estar más tiempo contigo! - me privo entonces como una chamaca. Quito mi mano de la reja y Adrián quita la suya como golpeado por un rayo. No puedo más, me volteo dando un paso hacia atrás llevándome las manos a la cabeza queriendo evitar que estalle. Limpio mi rostro una vez pasada la crisis, volteo luego a verlo de cerca y puedo entonces continuar hablando. - Te extraño muchísimo
¿sabes? - él ve su reloj.
- Mi niña, sabes que me dolió más a mí, me ha dolido tanto no poder estar contigo todos estos años cuando más me necesitabas, cuando necesitabas un hombro para llorar - se aferra a la reja con ambas manos como un prisionero desesperado y no deja de verme, no deja de llorar. - Mi princesa, te amo. Todos estos años he sufrido tanto, cada día que pasaba mi corazón se destruía al saber que no podía estar contigo; al ver por la ventana correr los días, las noches sabiendo que estabas muy lejos de mí, que a lo mejor necesitabas algo... - agacha la mirada como un adolescente avergonzado - Y yo sin poder hacer nada.
    Vuelvo a separarme de la reja y miro hacia el cielo sintiendo como se hace un nudo en mi garganta
- Yo sólo necesito un abrazo tuyo, sólo he deseado poder verte, abrazarte con todas mis fuerzas, no necesito otra cosa, me conformo con eso ¡No se puede..! Esta reja nos separa, pero al menos te vi. Tal vez no pueda volver a tener un abrazo tuyo, pero al terminar este día me iré feliz de que te volví a ver, de que pude platicar contigo y pudiste ver que estoy saliendo adelante a pesar de todos los tropiezos que he tenido. Te prometí algo, te dije que cuando te volviera a ver sería sólo cuando fuera alguien exitosa, alguien que salió adelante para que vieras que no necesité de nadie para tener dinero, casa, mi propia familia, todo lo que yo quisiera... sólo hay algo muy importante en mi vida: tú. Sin ti me siento sola, de nada me sirve tenerlo todo si tú no estás.
    El hombre que atiende el puesto de artesanías comienza a recoger sus cosas para irse. Adrián voltea a ver su reloj y su boca se tuerce en un gesto de disgusto.
- Pero lo tienes todo. Tienes todo lo que siempre soñaste, viajas cuando quieres, has cumplido tu sueño de ser doctora, tienes tu propia casa, y ganas bien... incluso tienes una buena familia, note puedes quejar, eres feliz tú no me necesitas y lo sabes.
    El nudo en mi garganta se constriñe, sonrío y volteo con desesperación hacia la izquierda, jalo tanto aire como puedo y volteo a verlo. Soy yo la que ahora se aferra con desesperación a la reja.
- No puedes decirme que no te necesito - casi le grito. - porque sabes que eso es mentira. Sí, tengo todo eso, pero entiende: sin ti me siento sola a pesar de que esté rodeada de mucha gente, nadie ha entendido este dolor que siento en mi corazón por ti, todos estos años mi dolor y sufrimiento han sido por ti... Porque te fuiste ¿Sabes? renunciaría a todo con tal de volver a tenerte, sé que es imposible pero...
    El señor del puesto de artesanías se ha acercado y le hace una seña a Adrian, él lo voltea a ver, se mese los cabellos con desesperación y resuelve hacerle una seña de que lo espere. Ahora soy yo la que revisa el reloj.
- Perdona por interrumpir - se disculpa como un caballero. Suspiro y agacho la mirada triste. Lo veo.
- Ya es hora ¿verdad?
- Sí, así es - asiente con la cabeza, está triste y para que no se sienta mal le sonrío y penetro su mirada con todo el amor de la mía
- Bueno... esta es la despedida, venía con ganas de decirte tantas cosas, pero no nos alcanzó el tiempo. Al menos tuvimos una despedida, no como la última vez que te vi. Te amo, eres un grandioso hombre, gracias por hacerme feliz los pocos años que estuviste a mi lado, jamás los olvidaré ¿Sabes? todos los días recuerdo aquellos años como si hubieran sido ayer.
    Adrián no deja de llorar y vuelve a poner su mano en la reja.
- Mi princesa, mi dulce princesa... te amo y sabes que siempre te cuidaré, siempre estaré contigo. Te llevo en mi corazón como yo sé que estoy siempr en el tuyo. Ya es hora de marcharme, me esperan.
- Sí, ya lo noté- le digo llorando y sonriendo. - Le agradeces por haberme dejado verte. Te amo y cuídate mucho.
    Antes de dejar que me vaya, Adrián me entrega una de las artesanías del puesto del señor: un colibirí lleno de color, tallado con detalle en piedra volcánica, es precioso. Emprendo la marcha de regreso a casa. Volteo a verlo por última vez, sigue ahí. Nos sonreímos.
- ¡Te amo! Me saludas a todos - me dice despidiéndose con la mano. No puedo evitar reírme.
- Sabes que no puedo hacerlo, me dirán que estoy loca ¡Te amo mucho!
    Permanece ahí parado, con suavidad, el hombre de las artesanías lo toma del brazo y juntos emprenden la marcha. Veo como se van alejando cada vez más. Mirando al cielo le arrojo un suspiro, aprieto la figura del colibrí contra mi pecho y llorando le susurro:
- Te amo... descansa... papá

martes, 9 de marzo de 2021

En una Noche Oscura

La imagino vívidamente
no se ve más nada
pero alcanzo a percibir
aroman emanando
música y cantos de amantes 
del camino dilatado
por mi voluntad que la penetra
por tu anuencia que me favorece.
Me motiva sin razón
su negación a ser tierra fértil
para mi semilla generosa
que humecta mi vientre
y mi mano como una pesadilla
de la que despierto exhausto
o quizá
permanezco dormido.
 
Entonces me llama
contacta con tiempo apenas
para evitar
que le diga una guarrada
pues no la tendría en la carne
como en la imaginación la contemplo.
Su alma quiere quebrarse
su alma que después 
de tantas confesiones
se ha convertido en un vitral
que dibuja una bella forma
de colores y de luces
compuesta por fragmentos quebrados
en la carne ella no es
como en la imaginación la contemplo.
 
Fantasías fugaces
son dos pequeños frutos
del árbol de la vida
y de la muerte
que colecto de tu pecho.
Sometida a una palmada
que resuena sudorosa
entre montañas generosas
que ocultan la belleza de tus valles
y del oscuro universo
que explora mi virilidad enardecida
acatando sabios consejos
que susurras con tus labios
entregados a su propio ritmo.

Tal vez no me pertenezcas
de momento poco importa
porque necesita ayuda
porque sé pensar en ella
de mil y una maneras
cuando entiendo lo que escribe
cuando deja que la lea.

Cuando pruebo de sus frutos
cuando bebo de su néctar
cuando me pierdo entre sus montes
cuando beso sus caderas
y acaricio sus cabellos
bellas riendas amatorias
cuando extrae de mí la esencia
jugueteando con la boca.

Y la echo de menos
durante su ausencia nocturna
preguntándome si estará bien
si mandarle un mensaje
o empezar a preocuparme.

Me encuentro con su cuerpo
sudoroso bajo el mío
cadencioso, rítmico
ella lo sabe, ella lo pide,
ella me quiere
y nos besamos.
La tomo fuerte contra mí
tratando de fusionar nuestros sexos
tal como fusionamos el corazón
a tráves del beso en nuestros labios
entonces su tierra acepta mi semilla
y la riega con torrentes calurosos,
por fin lo hemos conseguido
y me estremezco.
 
Su naturaleza ya no es fértil
pero no me imagino por qué
me da miedo
yo la quiero
mientras reposa mi respiración
y un mensaje de ella espero.

Herejía y Fe*

Quisieron hacerme creer que no te merecía; todo el mundo estaba de acuerdo, menos yo.   Quisieron hacerme sentir que no merecía tu cariño y ...