Íbamos a casa caminando una helada noche de diciembre; sonreímos al ver a una señora discutir con otra pues ya estaban ahí cuando pasamos de ida.
Nos acercamos al local de pollo frito para comprar algo de desayunar, resultó que una de las mujeres que discutían era la que atendía, nos advirtió que pagáramos con cambio, cosa que haría de todos modos, pagué en monedas de diez y cinco pues tenía muchas y comenzaban a bajarme los pantalones.
Una vez terminada la venta, la mujer que atendía corrió con mis monedas hasta la puerta de su local y le arrojó las monedas a la otra señora que gritaba en la acera del otro lado de la avenida. Contrario a que pensamos, las monedas volaron sin separarse más que un poco durante su trayecto e impactaron en la sien de aquella anciana tremendamente odiosa.
La señora del local salió corriendo de su negocio esperando no tener que cargas con un crimen mayor, a media avenida impactó de lleno con una combi tan atascada que transportaba gente de pie.
No tocamos para nada el tema, pero todo nos recordó a lo que acababa de ocurrir y nos estremecimos. Solamente podíamos vernos una vez a la semana y aquellas viejas putas lo habían arruinado por completo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario