Esclavo de un Fantasma
La función de la noche después de aquél día ha comenzado, el presentador a gritado mi nombre pero yo permanezco hundido en lo profundo de mis pensamientos, que la voz de ese sujeto me suena como algo venido de otro mundo.
No importa que tanto hunda el cuchillo en mi piel, en mi carne, en mis venas, en mis entrañas; no importa qué tan aguda sea la punta, ni cuán largo sea el acero, ni que tan afilada esté la hoja; esta herramienta de muerte no puede llegar a penetrar mi alma, no puede desgarrar sus paredes ni extirpar este mal que se pudre poco a poco mientras infecta y descompone todo a su alrededor.
Estoy tan solo… entre los dos… estoy tan solo.
No importa que tanto hunda el cuchillo en mi piel, en mi carne, en mis venas, en mis entrañas; no importa qué tan aguda sea la punta, ni cuán largo sea el acero, ni que tan afilada esté la hoja; esta herramienta de muerte no puede llegar a penetrar mi alma, no puede desgarrar sus paredes ni extirpar este mal que se pudre poco a poco mientras infecta y descompone todo a su alrededor.
Estoy tan solo… entre los dos… estoy tan solo.
Visitando los panteones, deseando correr la misma suerte que ellos, pero soy objetivo en cuanto a mis deseos… puesto que no es mi deseo estar muerto sino solamente estar en un lugar donde la soledad no me atormente y donde toda la gente que se hace llamar “viva” no se acuerde de mí.
Llegando a la carpa central, detrás de la cual está mi camerino… con el enorme espejo de cuerpo completo en donde me veo reflejado, siempre viendo lo mismo, no importa lo que lleve puesto… del otro lado hay un arlequín, que me manda y que obedezco, como su fiel esclavo. Me miro en ese espejo, mi reflejo permanece exactamente igual, es lo único en la tierra que permanece exactamente igual a mí.
Pero… hoy parece distinto, inconforme, me parece de pronto admirar que ni siquiera mi reflejo se resigna a mi ya de por sí maldecida suerte. El Arlequín que en el espejo se refleja permanece ahí mirándome retadoramente, estoy seguro de que esa no es la misma mirada que yo tengo, ni mucho menos es ése mi rostro. Aprieto los parpados para asegurarme de que no estoy viendo una mentira o alucinación provocada por mi destrozada mente, abro los ojos: ese otro yo sigue mirándome de una manera brutal, el reflejo aprieta los ojos momentos después de haberlo hecho yo como si se burlara de mí, como si me remedara.
Levanto mi violín y el mástil, coloco el instrumento en mi hombro, dispuesto a tocar frente al espejo; nuevamente, ese reflejo rebelde se niega a obedecer, hace todo lo que yo hago con un ligero retardo, como si detestara tener que imitar mis movimientos.
Comienzo a tocar, lentamente siento la música estar en sintonía con mis movimientos, cierro los ojos para no ver a ese reflejo traidor y así poder concentrarme en los sonidos que con mi violín produzco. Las notas acarician el aire y embriagan dulcemente mis sentidos, la armonía invade el ambiente como si se tratara de una bella fragancia; comienzo a tener paz en el corazón hasta que un hórrido chirrido de violín me saca de ese trance.
Abro los ojos, entonces me doy cuenta: ese payaso maldito que reina en el reflejo ha decidido por fin no obedecer mis movimientos, me lanza una mueca ridícula… hago caso omiso de él, levantó el violín con mucha más fuerza para obligarlo a obedecerme y enseñarle quién es el real. Vuelvo a comenzar, pero él me vuelve a interrumpir, vuelvo a intentarlo y vuelve a interrumpirme y lo hace una y otra vez, sin embargo procuro no dejarme doblegar pero eso convierte mi intento de tocar en un horrendo concierto de escándalos y chirridos desafinados y lacerantes para el más desentrenado de los oídos… una canción dedicada al diablo.
Exhausto ya por fin de luchar contra ese diabólico payaso, bajos los brazos e inclino mi cuerpo, apoyándome en mis rodillas, berreando en un esfuerzo verdaderamente inútil de jalar un poco de aire, de pronto: una risa tremenda hace que se estremezca mi ser por el gran terror que me provoca oírla… una risa inhumana, irreal, muy grave, pero limpia. Despavorido levanto mi rostro y me pongo erguido solamente para alcanzar a través del sudor lleno de maquillaje que empaña mis ojos a ese payaso en el reflejo con una gran diversión producida por mi horrible suplicio.
Pero hay algo extraño que ahora me llama la atención: su rostro está salpicado por unas manchas carmesí, ayudándome por ese reflejo burlón que se supone es el mío, toco las manchas que están en mi rostro, se sienten tibias y pegajosas; miro los dedos con lo que toqué esas manchas: son manchas de sangre y, lo peor de todo, son reales. Mi traje de rombos está enteramente salpicado, también veo unas asquerosas cortadas verticales que invaden mis antebrazos y que son la causa de mi excesivo sangrado.
Se escucha una nueva y horripilante risa, más escalofriante aún que la anterior, que estruja mi alma. El arlequín reflejado es quien se ríe de esa manera tan espantosa.
El reflejo comienza a moverse y yo, inconteniblemente, copio sus movimientos; ahora soy yo el reflejo estorboso que se ve condenado a obedecer los caprichos de aquél que es ¿real?
La música que interpreto ahora es muy oscura, lúgubre y tétrica: terrorífica; interpretada a un volumen tan alto que es imposible de alcanzar por sí solo. La obra es estremecedora las desgarradoras notas erizan mi piel y horrorizan mi alma, cierro los ojos mientras permito que el más espantoso horror penetre lentamente mi ser.
No quiero ver al payaso, no me imagino lo burlesco de aquel rostro maquillado en blanco y negro mientras se ríe cruelmente de mí al no poder resistirme a las órdenes que me veo obligado a seguir por ser su ¿reflejo?
Contra mi voluntad y contra todo deseo, el payaso me hace abrir los ojos, no quiero, no puedo, me da miedo ¿Qué mueca grotesca y aterradora me estará haciendo? Pero no puedo permanecer con mis parpados apretados, se abren en contra de mis órdenes a favor de aquél reflejo espeluznante. También me veo impedido a darme la vuelta y correr con todas mis fuerzas, a huir, a escapar a toda velocidad… ni siquiera soy libre de tener mis propios pensamientos, todo lo mío está siendo dominado por el Arlequín.
Finalmente, con sudor en la frente, los brazos heridos y entumidos por las heridas hechas y un horrible terror a flor de piel, abro los ojos. Ahora no tengo ni la más mínima idea de qué sentir.
Una enorme confusión inunda mis pensamientos, no comprendo que es lo que está pasando, la elecciones de mis emociones permanecen enteramente desorientadas al presenciar el grotesco o quizá triste escenario que se despliega ante mis ojos: el Arlequín está llorando amargamente haciendo una mueca de dolor mientras una lágrima negra recorre su rostro.
Ese arlequín sufre, pero su corazón permanece valiente ante el dolor, frente a la incapacidad de seguir riendo, llora burlonamente por su tristeza y su sufrimiento. Pareciendo fuerte ante la adversidad, se da cuenta de su cobardía al ocultar, debajo de la negra y exagerada sonrisa que el maquillaje le proporciona, todo su dolor.
Sorprendido en ese momento de llanto provocado por su soledad, el arlequín reflejado abre aniquiladoramente sus dos ojos asesinos y brillantes como esferas de cristal; esa mirada asesina que contrasta con sus lágrimas y su rostro contorsionado por la agonía.
Ahora él y yo nos movemos voluntariamente, me siento ligero y libre… pero ante esa aterradora mirada que me fulmina, siento la necesidad de encararlo, enfrentarlo:
– Aquí estoy– le digo, viendo que él no mueve sus labios –. Parado frente a ti, sometido a mis heridas y dolor– me mira sin cambiar su expresión dura –. Aquí estoy parado y me miro a mí mismo – permanece inmutable –. Soy sirviente de un fantasma, peleando por separarme.
– Estoy listo…– Ha dicho el payaso en el reflejo. Su voz me impresiona, es grave, potente y ronca, el sonar de esa voz estremece el aire con su eco maldito retumbando en mis oídos.
El payaso habló, pero debe tratarse de un reflejo de mi voz, exactamente como si reflejara mis movimientos… vuelvo a intentarlo:
– Soy sirviente de un fantasma, peleando por separarme.
– Estoy listo…- ha vuelto a decir, mi teoría es correcta, el payaso solo habla bajo ciertas palabras, sintiéndome a gusto con ese pensamiento prosigo:
– Dos voces rigen mi espíritu y ya no puedo entenderme, pero soy superior aún en la mayor discusión.
– Estoy listo, saca tu cuchillo, corta tu alma, escucha tus gritos, bebe tu sangre… disfrútalo- mi boca tiembla poco menos que mi voz..
– Oculté mis ojos con vendas, esperando poder escapar.
– Disfrútalo– miro al espejo y con terror caigo al suelo llenándome de polvo –. Lentamente comienzas a entender– estoy tirado a mis pies y no me veo, mi reflejo permanece de pie, mirándome con desprecio –. Libérate, muéstrame tu carne, corta “mi” cuerpo, ultraja “mi” alma, bebe ese jugo y deja que sea fértil– con desesperación, trato de taparme los oídos con las manos para ya no seguir escuchando esa voz –. No podrás escapar de mí, grito en tu cabeza, desde adentro destrozo tu cráneo. Siente tu dolor, siente mi odio, muéstrame tus heridas, las dejaré sangrar.
Levanto la mirada, la expresión de tristeza, dolor y burla, se ha convertido en odio, un odio intenso que me culpa a mí de todos los sentimientos anteriormente mencionados, de ese crimen, me declaro culpable.
Llegando a la carpa central, detrás de la cual está mi camerino… con el enorme espejo de cuerpo completo en donde me veo reflejado, siempre viendo lo mismo, no importa lo que lleve puesto… del otro lado hay un arlequín, que me manda y que obedezco, como su fiel esclavo. Me miro en ese espejo, mi reflejo permanece exactamente igual, es lo único en la tierra que permanece exactamente igual a mí.
Pero… hoy parece distinto, inconforme, me parece de pronto admirar que ni siquiera mi reflejo se resigna a mi ya de por sí maldecida suerte. El Arlequín que en el espejo se refleja permanece ahí mirándome retadoramente, estoy seguro de que esa no es la misma mirada que yo tengo, ni mucho menos es ése mi rostro. Aprieto los parpados para asegurarme de que no estoy viendo una mentira o alucinación provocada por mi destrozada mente, abro los ojos: ese otro yo sigue mirándome de una manera brutal, el reflejo aprieta los ojos momentos después de haberlo hecho yo como si se burlara de mí, como si me remedara.
Levanto mi violín y el mástil, coloco el instrumento en mi hombro, dispuesto a tocar frente al espejo; nuevamente, ese reflejo rebelde se niega a obedecer, hace todo lo que yo hago con un ligero retardo, como si detestara tener que imitar mis movimientos.
Comienzo a tocar, lentamente siento la música estar en sintonía con mis movimientos, cierro los ojos para no ver a ese reflejo traidor y así poder concentrarme en los sonidos que con mi violín produzco. Las notas acarician el aire y embriagan dulcemente mis sentidos, la armonía invade el ambiente como si se tratara de una bella fragancia; comienzo a tener paz en el corazón hasta que un hórrido chirrido de violín me saca de ese trance.
Abro los ojos, entonces me doy cuenta: ese payaso maldito que reina en el reflejo ha decidido por fin no obedecer mis movimientos, me lanza una mueca ridícula… hago caso omiso de él, levantó el violín con mucha más fuerza para obligarlo a obedecerme y enseñarle quién es el real. Vuelvo a comenzar, pero él me vuelve a interrumpir, vuelvo a intentarlo y vuelve a interrumpirme y lo hace una y otra vez, sin embargo procuro no dejarme doblegar pero eso convierte mi intento de tocar en un horrendo concierto de escándalos y chirridos desafinados y lacerantes para el más desentrenado de los oídos… una canción dedicada al diablo.
Exhausto ya por fin de luchar contra ese diabólico payaso, bajos los brazos e inclino mi cuerpo, apoyándome en mis rodillas, berreando en un esfuerzo verdaderamente inútil de jalar un poco de aire, de pronto: una risa tremenda hace que se estremezca mi ser por el gran terror que me provoca oírla… una risa inhumana, irreal, muy grave, pero limpia. Despavorido levanto mi rostro y me pongo erguido solamente para alcanzar a través del sudor lleno de maquillaje que empaña mis ojos a ese payaso en el reflejo con una gran diversión producida por mi horrible suplicio.
Pero hay algo extraño que ahora me llama la atención: su rostro está salpicado por unas manchas carmesí, ayudándome por ese reflejo burlón que se supone es el mío, toco las manchas que están en mi rostro, se sienten tibias y pegajosas; miro los dedos con lo que toqué esas manchas: son manchas de sangre y, lo peor de todo, son reales. Mi traje de rombos está enteramente salpicado, también veo unas asquerosas cortadas verticales que invaden mis antebrazos y que son la causa de mi excesivo sangrado.
Se escucha una nueva y horripilante risa, más escalofriante aún que la anterior, que estruja mi alma. El arlequín reflejado es quien se ríe de esa manera tan espantosa.
El reflejo comienza a moverse y yo, inconteniblemente, copio sus movimientos; ahora soy yo el reflejo estorboso que se ve condenado a obedecer los caprichos de aquél que es ¿real?
La música que interpreto ahora es muy oscura, lúgubre y tétrica: terrorífica; interpretada a un volumen tan alto que es imposible de alcanzar por sí solo. La obra es estremecedora las desgarradoras notas erizan mi piel y horrorizan mi alma, cierro los ojos mientras permito que el más espantoso horror penetre lentamente mi ser.
No quiero ver al payaso, no me imagino lo burlesco de aquel rostro maquillado en blanco y negro mientras se ríe cruelmente de mí al no poder resistirme a las órdenes que me veo obligado a seguir por ser su ¿reflejo?
Contra mi voluntad y contra todo deseo, el payaso me hace abrir los ojos, no quiero, no puedo, me da miedo ¿Qué mueca grotesca y aterradora me estará haciendo? Pero no puedo permanecer con mis parpados apretados, se abren en contra de mis órdenes a favor de aquél reflejo espeluznante. También me veo impedido a darme la vuelta y correr con todas mis fuerzas, a huir, a escapar a toda velocidad… ni siquiera soy libre de tener mis propios pensamientos, todo lo mío está siendo dominado por el Arlequín.
Finalmente, con sudor en la frente, los brazos heridos y entumidos por las heridas hechas y un horrible terror a flor de piel, abro los ojos. Ahora no tengo ni la más mínima idea de qué sentir.
Una enorme confusión inunda mis pensamientos, no comprendo que es lo que está pasando, la elecciones de mis emociones permanecen enteramente desorientadas al presenciar el grotesco o quizá triste escenario que se despliega ante mis ojos: el Arlequín está llorando amargamente haciendo una mueca de dolor mientras una lágrima negra recorre su rostro.
Ese arlequín sufre, pero su corazón permanece valiente ante el dolor, frente a la incapacidad de seguir riendo, llora burlonamente por su tristeza y su sufrimiento. Pareciendo fuerte ante la adversidad, se da cuenta de su cobardía al ocultar, debajo de la negra y exagerada sonrisa que el maquillaje le proporciona, todo su dolor.
Sorprendido en ese momento de llanto provocado por su soledad, el arlequín reflejado abre aniquiladoramente sus dos ojos asesinos y brillantes como esferas de cristal; esa mirada asesina que contrasta con sus lágrimas y su rostro contorsionado por la agonía.
Ahora él y yo nos movemos voluntariamente, me siento ligero y libre… pero ante esa aterradora mirada que me fulmina, siento la necesidad de encararlo, enfrentarlo:
– Aquí estoy– le digo, viendo que él no mueve sus labios –. Parado frente a ti, sometido a mis heridas y dolor– me mira sin cambiar su expresión dura –. Aquí estoy parado y me miro a mí mismo – permanece inmutable –. Soy sirviente de un fantasma, peleando por separarme.
– Estoy listo…– Ha dicho el payaso en el reflejo. Su voz me impresiona, es grave, potente y ronca, el sonar de esa voz estremece el aire con su eco maldito retumbando en mis oídos.
El payaso habló, pero debe tratarse de un reflejo de mi voz, exactamente como si reflejara mis movimientos… vuelvo a intentarlo:
– Soy sirviente de un fantasma, peleando por separarme.
– Estoy listo…- ha vuelto a decir, mi teoría es correcta, el payaso solo habla bajo ciertas palabras, sintiéndome a gusto con ese pensamiento prosigo:
– Dos voces rigen mi espíritu y ya no puedo entenderme, pero soy superior aún en la mayor discusión.
– Estoy listo, saca tu cuchillo, corta tu alma, escucha tus gritos, bebe tu sangre… disfrútalo- mi boca tiembla poco menos que mi voz..
– Oculté mis ojos con vendas, esperando poder escapar.
– Disfrútalo– miro al espejo y con terror caigo al suelo llenándome de polvo –. Lentamente comienzas a entender– estoy tirado a mis pies y no me veo, mi reflejo permanece de pie, mirándome con desprecio –. Libérate, muéstrame tu carne, corta “mi” cuerpo, ultraja “mi” alma, bebe ese jugo y deja que sea fértil– con desesperación, trato de taparme los oídos con las manos para ya no seguir escuchando esa voz –. No podrás escapar de mí, grito en tu cabeza, desde adentro destrozo tu cráneo. Siente tu dolor, siente mi odio, muéstrame tus heridas, las dejaré sangrar.
Levanto la mirada, la expresión de tristeza, dolor y burla, se ha convertido en odio, un odio intenso que me culpa a mí de todos los sentimientos anteriormente mencionados, de ese crimen, me declaro culpable.
– Déjame solo – le digo.
– No – me responde inmediatamente
– Déjame en paz.
– No.
– Te lo imploro.
– No.
– ¡Yo no te he hecho nada!
Guarda silencio hasta que mi grito es ahogado por la nada.
– ¿Tú me has mentido? – me pregunta.
– Sí – le respondo inmediatamente.
– ¿Me has traicionado?
– Sí.
– ¿Deseas hacer penitencia?
– Sí.
– ¿Deseas sangrar por ello?
Sonríe malévolamente y a pesar de esa horrenda sonrisa, yo comprendo que habla en serio.
– Quiero sangrar por ello – le digo y vuelve a sonreír ahora complacidamente –. Quiero castigarme por ello, quiero morir por ello, yo quiero, quiero, quiero ¡quiero!
Una sonrisa demoníaca acompañada por un intenso grito de muerte inunda el ambiente, tomo el cuchillo que descansa junto a mí en el suelo y lo arrojo contra ese reflejo del mal, la hoja da muchas vueltas y choca contra el espejo justo donde está el cuello del otro payaso, el vidrio se rompe y uno pedazo que cae lo hace junto con la cabeza, como si hubiera quedado grabada en él la cara del arlequín, mientras cae, esa cara reflejada llora haciendo una mueca exagerada de tristeza, y se rompe en mil pedazos al chocar contra el suelo.
Recupero la conciencia, estoy de pie frente al espejo, el dolor en mis brazos me impide seguir tocando mi violín, tengo unas horribles heridas en mis antebrazos, de las cuales escapa mi sangre y mi vida, volteo a ver al espejo, y permanece roto, sin rostro… los pedazos de espejo que permanecen en el suelo me impresionan: Mi rostro plasmado en ese pedazo de espejo se rompió y roto permanece en el suelo, como si se tratara de un rompecabezas gigante.
– No – me responde inmediatamente
– Déjame en paz.
– No.
– Te lo imploro.
– No.
– ¡Yo no te he hecho nada!
Guarda silencio hasta que mi grito es ahogado por la nada.
– ¿Tú me has mentido? – me pregunta.
– Sí – le respondo inmediatamente.
– ¿Me has traicionado?
– Sí.
– ¿Deseas hacer penitencia?
– Sí.
– ¿Deseas sangrar por ello?
Sonríe malévolamente y a pesar de esa horrenda sonrisa, yo comprendo que habla en serio.
– Quiero sangrar por ello – le digo y vuelve a sonreír ahora complacidamente –. Quiero castigarme por ello, quiero morir por ello, yo quiero, quiero, quiero ¡quiero!
Una sonrisa demoníaca acompañada por un intenso grito de muerte inunda el ambiente, tomo el cuchillo que descansa junto a mí en el suelo y lo arrojo contra ese reflejo del mal, la hoja da muchas vueltas y choca contra el espejo justo donde está el cuello del otro payaso, el vidrio se rompe y uno pedazo que cae lo hace junto con la cabeza, como si hubiera quedado grabada en él la cara del arlequín, mientras cae, esa cara reflejada llora haciendo una mueca exagerada de tristeza, y se rompe en mil pedazos al chocar contra el suelo.
Recupero la conciencia, estoy de pie frente al espejo, el dolor en mis brazos me impide seguir tocando mi violín, tengo unas horribles heridas en mis antebrazos, de las cuales escapa mi sangre y mi vida, volteo a ver al espejo, y permanece roto, sin rostro… los pedazos de espejo que permanecen en el suelo me impresionan: Mi rostro plasmado en ese pedazo de espejo se rompió y roto permanece en el suelo, como si se tratara de un rompecabezas gigante.
Todos los actores del circo por fin deciden llamar al hombre musculoso, quien derriba la puerta fácilmente haciendo uso de una gran mancuerna, los circenses entran encabezados por el presentador, lo que descubren los hace quedar estupefactos y completamente aterrorizados.
Pagliacci y Rosario llegan a la casa, Rosa se quiere ir, pero el juglar la detiene tomándola de la mano:
– Debo confesar mis sentimientos…
– Debo confesar mis sentimientos…
¿Qué le habrá dicho Pagliacci? ¿Qué le habrá contestado la joven? ¿Por qué el joven detrás del maquillaje y el disfraz permanece ahora tirado en el suelo con grandes cortadas en los brazos por donde se le escapo la vida? Ríete payaso, que la vida se ha burlado de ti, usaste al Arlequín para dejar de ser tú y sentirte amado por todos, pero fuiste rechazado por aquella mujer al no ver en el Arlequín a nadie más que una falsa copia de ti. Qué gracioso payaso, amante de las artes y del humor, que decidiste erróneamente amar a una mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario