Era tarde, de noche, como muchas otras veces lo había sido; de igual manera, el insomnio aquejaba mi cabeza consecuencia de múltiples ideas revueltas y sentimientos no muy bien identificados. La soledad y el hastío llenaban el calor incómodo de la noche y, una vez más, la gran hazaña de dormir no se vería cumplida.
Me levanté entonces en camiseta y calzoncillos, la pijama había salido volando junto con las cobijas en cuanto el calor se hizo insoportable. Froté un tanto mis ojos pues el destello de mi teléfono me había vuelto borrosa la vista. Me dispuse a escribir, pero no venía idea ninguna y mi ansiedad continuó creciendo dejándome ahí inclinado sobre una agenda que me hacía las veces de cuaderno de notas, con lápiz en mano y sin ninguna idea que pudiera crecer, sin embargo permanecí en mi posición empeñado en plasmar algo en el papel..
Fue entonces que apareció, no sabría decir si producto de una alucinación onírica o una visita excéntrica y repentina, pero se presentó ante mí, la débil luz amarilla iluminaba la mitad de su cuerpo en diagonal, dándole a su presencia un aire misterioso, tétrico que me fascinó - ella me fascinaba de por sí - porque pocas veces había logrado apreciarla tan vívidamente.
Era cierto... parecía que me había olvidado de ella, de hecho no le había enviado ni un mensaje y eso me hacía sentir un tanto culpable, era la única persona que se había interesado en mí y yo se lo agradecía alejándome y probablemente hiriéndole como hacen los patanes y los cobardes, dos cosas que yo no era.
Nunca había conocido a alguien así, y fue precisamente esa singularidad la que me llevó a sonreír a escondidas de ella la primera vez que me saludó, despertando en mí ese deseo ambiguo de no querer volver a ver a la persona que quieres volver a ver, cosa que pasó y siguió pasando.
Luego llegaría la opinión pública a realizar sus embusteros ataques, el odio generalizado hacia quienes nada deben nos llevó a callar el escándalo... escándalo
“en la fotografía ella está tomando mi brazo”
a mí me hubiera más bien gustado rodearla con mi brazo y colocar mi mano en su cintura, más de nuevo algo imponía. Junto al deseo de voltear a verla, pues nunca sabe uno cuando será la última vez que miras a alguien y en esa ocasión un regalo había embellecido esa última vez.
Sin duda estaba ahí, se acercó para entrar de lleno en el halo de la luz de mi lámpara de escritorio, alta como solamente ella y con esa mirada aplastante que siempre me gustó sentir fija en mí, pero no dije nada, o si lo hice, ninguno escuchó.
Colocó sus dedos largos y finos sobre la mano que sujetaba el lápiz y por mí empezó a trazar letras y a construir frases, guiando suave y delicadamente mi mano, el contacto con su piel me estremecía enormemente y me reconfortaba sentir su calor adaptándose al mío, pues más que sostener y guiar mi mano, la acariciaba.
Ella me buscó y yo a ella varias ocasiones, no sé si se trate de una de esas personas sin las cuales no se puede vivir, como despreocupadamente se dice, pero sin duda, cada vez que venía a buscarme, mi corazón daba un vuelco tremendo y la sonrisa y el gozo crecían en mí, a veces demasiado impetuosamente como para poder controlarme.
Jamás se lo dije y no lo lamento... sabe que me derrite, que me vence, que me inspira y que no sería justo lastimar su corazón.
Desapareció justo como se fue... en medio de su hechizo, no me di cuenta de que su cuerpo estaba ya demasiado cercano al mío, sentía su calor y su aroma y cerré los ojos sumisamente a su presencia y su contacto. De pronto, trazó punto final y cuando abrí mis ojos, la musa se había ido y el papel estaba en blanco.
29/02/2020 LZT A quien tanto quise y a quien nunca supe querer.