domingo, 25 de abril de 2021

EL Demonio de la Perversión - Dirección Espiritual

Regresaba en el transporte público de entregar algunas solicitudes en unas cuantas empresas, no había tenido mucho éxito debido a mi falta de experiencia. No bajé en la parada designada sino que seguí derecho, hasta llegar al centro de Blas Hernández, donde había una iglesia.         
    Me sentía desesperado y decidí entrar a la iglesia. Al principio simplemente quería algo de silencio para poder ordenar mis pensamientos, pero ver que el padre  estaba sentado en la tercera hilera de butacas pareciendo no hacer nada que al interrumpirle le molestase me animó a hablarle y exponerle brevemente mi situación. Sabía que los sacerdotes leían mucho, sobre todo filosofía y algunos hasta psicología, así que pensé "quizá pueda decirme algo sensato, aunque sea con el motivo secreto de convencerme a tramitar mi membresía de pequé ahora y arrepiéntase después."
    Haciendo ruido al caminar para que el clérigo notara mi presencia y mi cercanía, me fui acercando a aquel párroco, era un hombre de corta estatura, moreno, robusto con una pancita de buen comer, estaría quizá por los cuarenta y cinco o cincuenta años de edad, pero su estilo de vida disfrazaba muy bien sus años y se le notaba saludable. Una vez cerca de él, le saludé adecuadamente y le pregunté si tenía tiempo de escuchar las inquietudes de una de las pobres ovejas del rebaño del señor. Manteniéndose sereno, se volteó un poco hacía mí y me invitó a tomar asiento a su lado, estaba tan bien adaptado a su iglesia, que su voz no hacía eco en el templo vacío, no obstante la mía que rebotaba en todos lados aunque intentaba hablar en el mismo volumen que el cura.
    Le comenté al padre mi situación: que no encontraba trabajo en ningún lado, lo que sucedía en casa sin dinero, ni comida; lo de mi otra familia la cual no podía mantener; la relación con la madre de mi hijo que era tormentosa - aunque la palabra de moda es tóxica- y mi gusto por las sustancias que se convertía poco a poco en una adicción.
    El padre supo dirigirme su más piadosa mirada para que no me sintiera juzgado y comenzó a hablarme del pobre desgraciado de Job, de la esperanza y terminó por comentarme acerca de las bienaventuranzas, explicándome a detalle su significado más pragmático. Pasada ya cerca de media hora de sermón y luego de darme varias citas bíblicas, se disponía a despedirme así que tomé la palabra:
- Entonces ¿No tendrá usted unos mil pesos que me preste?
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El Lápiz Mágico y la Hoja de Papel (Ejercicio)

Caminaba apaciblemente por la calle aledaña a la plaza pública. Reparaba en la nostalgia que me provocaba el camino miles de ocasiones recor...