Yo confieso, ante Dios Todopoderoso y ante ustedes, hermanos a quienes he ofendido, robado, mentido, envidiado. Prójimos, vecinos, compañeros de trabajo a quienes he odiado, juzgado y desconsiderado su valor como seres humanos: que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi voluntad torcida y fragmentada, por mi culpa, por mi capacidad humana para odiar y renegar de la voluntad de Dios, por mi grande culpa, por el placer que me provoca el mal padecido por quienes me rodean.
Por eso ruego a Santa María que sin pecado nació, vivió y concibió y que subió al cielo en cuerpo y alma, a los ángeles, incapaces de pecar, a los santos cuya vida y testimonio son ejemplos del perdón y de la redención, y a ustedes hermanos que me rodean y que pecan tanto o más que yo, que intercedan por mí, ante Dios, Nuestro Señor.
Amén.