Caín se había preparado para aquel momento, tomó una sudadera, la más random que encontró y se la calzó con todo y el gorro pese a ser pleno verano. Preparó un par de bolsitas de marihuana las cuales se guardó en la sudadera,caminó un rato para la calle y aguardó en una esquina a que llegara el comprador el cual pasó acompañado de alguien que parecía ser su hermano o su primo. Intercambiaron el producto por dinero y siguieron caminando cada quién en la dirección que llevaban en un inicio.
Caín sacó de su sudadera un cigarro de hierba, el cual procedió a fumar triunfalmente dando gracias al dinero tan fácilmente ganado.
Una vespa corría a toda velocidad hacia la Cruz Roja. Dentro, los doctores y paramédicos descansaban todavía de sus infructuosos esfuerzos con las cabezas gachas, las manos y ropas ensangrentadas. Las balas habían taponeado sus propias heridas, salvo en una cuyo orificio de salida lesionó la arteria cercana a la entrepierna, por la cual no solamente se escapó la bala, sino también la vida; unido a la falta de experiencia de la médico a cargo, el valor, la disposición y humanidad del equipo no resultó ser suficiente para preservar la vida de Caín, quién fue reconocido por su hermana que llegó en su vespa turquesa a los pocos minutos de declarado en fallecimiento.