Hoy tuve miedo de ya no volver a encontrar un camino de salida, tuve miedo de quedarme encerrado para siempre en la hermosa pero tremendamente desconocida dimensión que ante todo mi ser de desplegó en una infinitud tal que el mismo universo parecía una gota de agua atrapada en una enorme nube de tormenta.
Hoy tuve miedo de perderme... de perderme y no volver, de entrar y no salir, de beber y no saciarme, de dormir y no soñar, de morir y no resucitar. Por primera vez en toda mi perenne existencia, tuve miedo de perderme en aquella infinita dimensión que marcialmente custodia el color rosa que es colocado a la entrada. De estar para siempre atrapado en las indestructibles redes que tejen la tierna carne de tus labios.

No tuve miedo de unirme a ti... tuve miedo porque jamás había experimentado esa sensación ilimitada que guardaban tus labios. Me dio miedo el volver eternos esos efímeros segundos, tuve miedo de probar nuevamente la infinitud del tiempo que se vive con intensidad milésima por milésima. Me dio miedo hacer eternos unos instantes porque volvería a ver la vida vacía y llana al momento de desprenderme de tus labios y encontrar que es mejor vivir unos segundos de eternidad que una vida fugaz.
Ahora... quiero perderme en el infinito.